El amor de Dios es un amor sin límites. Su grandeza se manifiesta en la pequeñez y en la ternura. Cristo no nos pide grandes discursos sobre el amor, sino hacer pequeños gestos concretos en continuidad con Él. La Iglesia celebró esta semana la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que se podría decir que es “la fiesta del amor de Dios”.
No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que es Él quien “nos amó primero, Él es el primero en amar. Una verdad que los profetas explicaban con el símbolo de la flor del almendro, la primera en florecer en la primavera.Dios es así: siempre primero. Nos espera primero, nos ama primero, nos ayuda primero.Pero no es fácil entender el amor de Dios: el apóstol Pablo habla, de hecho, de “inescrutables riquezas de Cristo”, de un misterio escondido.
Es un amor que no se puede entender. Un amor de Cristo que supera todo conocimiento. Supera todo. Así de grande es el amor de Dios. Y un poeta decía que era como “el mar, sin orillas, sin fondo…”: pero un mar sin límites. Y éste es el amor que nosotros debemos entender, el amor que nosotros recibimos.
El Señor, a lo largo de la historia de la salvación, nos ha revelado su amor, ha sido un gran pedagogo. Así lo explica el profeta Oseas cuando afirma de Dios: ‘Yo he enseñado a caminar a mi pueblo, lo llevaba en los brazos. Cuidaba de ellos”. En brazos, cercano: como un papá”.Dios, ¿cómo manifiesta el amor? ¿Con las cosas grandes? No: se empequeñece, con estos gestos de ternura, de bondad. Se hace pequeño. Se acerca. Y con esta cercanía, con este empequeñecimiento, Él nos hace entender la grandeza del amor. Lo grande se entiende a través de lo pequeño.
Por último, Dios envió a su Hijo, pero lo envió en carne y hueso, y el Hijo “se humilló a sí mismo hasta la muerte”. Éste es el misterio del amor de Dios: la grandeza más grande expresa la pequeñez más pequeña, y Francisco dice que así se puede entender también el recorrido cristiano.Cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana, nos dice pocas cosas, nos hace ver aquel famoso protocolo en base al cual seremos todos juzgados (Mateo 25) ¿Y qué cosa dice?: Yo he hecho ‘en pequeño’ el amor de Dios. He dado de comer al hambriento, he dado de beber al sediento, he visitado al enfermo, al encarcelado. Las obras de misericordia son precisamente el camino de amor que Jesús nos enseña en continuidad con este amor de Dios, ¡grande!
No se necesitan, puesgrandes discursos sobre el amor, sino hombres y mujeres que sepan hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre. Las obras de misericordia son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante. Desde allí se construye una nueva humanidad que Dios quiere y que todos anhelamos.