En la Vigilia Pascual, la Diócesis San José de Temuco celebró la Resurrección del Señor, Noche Santa en la que con toda la Iglesia, se elevó la oración de alabanza y gratitud a Dios Padre, porque ha estado grande con nosotros resucitando a Jesús y con El otorgándonos nueva vida.
La celebración de esa noche fue constituida por una serie de profundos signos, que manifestaron y comunicaron esta gran noticia de la Resurrección. Así, en medio de la oscuridad se bendijo el fuego, con el que se encendió el Cirio que representa a Cristo Resucitado, se escuchó el Pregón Pascual, la acción salvadora de Dios en la historia con el relato de las lecturas bíblicas, se entonó el Gloria y el Aleluya como expresión de triunfo y alabanza, se renovaron las Promesas Bautismales y nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo.
Esta es la gran noche en que hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y del señorío de la muerte.
Monseñor Héctor Vargas Bastidas, en sus palabras señaló que: “En esta noche, dos mil años después, vela la Iglesia en todos los rincones de la tierra y revive las etapas fundamentales de la historia de la salvación (…) la Iglesia, en su velar, se centra sobre los textos de la Escritura, que trazan el designio divino de salvación desde el Génesis al Evangelio y que gracias también a los ritos del agua y del fuego, confieren a esta singular celebración una dimensión cósmica”.
Expresó: “En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que esa madrugada entraron en el sepulcro. Experiencia que también nos interpela a nosotros”, manifestando que en esta noche debemos entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.
Jesús con su muerte y resurrección, nos ilumina en nuestro camino y enciende en nuestros corazones el amor a Dios Padre y a nuestros hermanos, fue así que el Obispo expresó: “ No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio, no es un hecho intelectual, no es sólo conocer (…) entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón (…) para entrar en el misterio se necesita humildad, alejarse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción, la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos, criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón”.
Fue así que monseñor Héctor Vargas, en esa noche de vigilia, donde se conmemoró la Noche Santa en la que el Señor resucitó y ha de considerarse como la madre de todas las santas vigilias, expresó: “Ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros fue colgado en la cruz y nosotros somos testigos de ello. Lo gritamos al mundo, para que la alegría que nos embarga llegue a tantos otros corazones, encendiendo en ellos la luz y la esperanza que no defrauda”.
Monseñor Héctor, nos invita en este tiempo de la resurrección a que: “Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros personales, familiares, sociales, sellados por el odio, la traición, la injusticia, la miseria, el egoísmo y la codicia, para que Jesús entre, elimine la corrupción que los habita y los llene de vida; llevémosle las pesadas losas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra del sepulcro que debemos remover este día es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado, como si nuestros problemas fueran el centro de la vida, olvidándonos del dolor de los demás (…) No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí, ¡ha resucitado!”, transformándose en nuestra mayor alegría y esperanza, y que jamás serán defraudadas”.
Nos reitera que: “El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos, para servirles en su Nombre. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor”.
“¡Salgamos con el Resucitado de la oscuridad de las tumbas de nuestra vida en las que han tratado de hundirnos, o en las que solos nos hemos metido coludidos con las tinieblas de este mundo!.Abrámonos a la esperanza cristiana y pongámonos en camino; que el recuerdo de las obras y palabras de Jesús en la historia de la humanidad, sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia esa Pascua que no conocerá ocaso”, señaló el Obispo de Temuco.