Desde que el mundo es mundo, nos ha acompañado un hecho tan incomprensible como irracional: un impulso inexplicable que hace que en cada generación, existan personas que se sienten impulsados a terminar con la vida de otros. Ya en el libro del Génesis, escrito hace miles de años, el autor sagrado, pone ante nuestros ojos el horrendo crimen de Caín en contra de su hermano Abel, convirtiéndose en el primer homicida. ¿Qué fuerza interior tan terrible podrá cegar de tal modo la consciencia de una persona al punto de cometer sin duda el acto más condenable que puede existir sobre la tierra?.
A tal nivel de gravedad llega esta situación, que la gran mayoría de los países, ha venido aboliendo la pena de muerte, incluso para los propios homicidas. Es una señal muy potente que nada, aun los crímenes más horrendos, puede justificar en modo alguno el privar de la vida a alguien, aún al responsable de los mismos. Es una lección gigantesca de humanidad que cada vez más descubre las exigencias de su dignidad, de una sociedad que lucha ser coherente con principios que la hacen humana y no otra cosa, y que entiende que la auténtica justicia nunca es venganza. De lo contrario el homicida sería el Estado.
Por ello nos causa tanto dolor ver a diario a personas, a quienes se les arranca en forma brutal el don de la vida. Muchas de ellas inocentes, que no tuvieron oportunidad alguna de defenderse: guerras, genocidios, terrorismo, delincuencia, pasiones desenfrenadas. Mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos, van cayendo víctimas de agresiones, relacionadas con oscurosintereses.
En nombre de todos ellos, como en de todos los niños por nacer ante una próxima Ley de Aborto, solo podemos exclamar que nada, ni nadie, bajo argumento alguno, puede justificar un supuesto derecho a poner fin deliberadamente a una vida, y menos aún, de un ser completamente indefenso e inocente. Es muy difícil esperar así una sociedad más humana y justa. ¿Cómo no van a existir otras formas de hacernos cargo de los dramas que viven mujeres por embarazos complejos o no deseados?. ¿Cómo no podrá haber otros caminos para acoger con cariño y solidariamente la vida que viene?.