EN EL DÍA DE LA PATERNIDAD
Toda familia tiene necesidad del padre.No se podría expresar mejor el orgullo y la conmoción de un padre que reconoce de haber transmitido al hijo lo que de verdad cuenta en la vida, es decir, un corazón sabio. “seré feliz cada vez que te sentiré actuar con rectitud. Y para que tu pudieras ser así te he enseñado cosas que no sabías, te he corregido errores que no veías. Te he hecho sentir un afecto profundo y a la vez discreto, que quizás no has reconocido plenamente cuando eras joven e incierto.
Te he dado un testimonio de rigor y de firmeza que a lo mejor no entendías, cuando hubieras querido solamente complicidad y protección. Un padre sabe bien cuánto cuesta transmitir esta herencia: cuánta cercanía, cuánta dulzura y cuánta firmeza. ¡Pero cuánta consolación y cuánta recompensa se recibe cuando los hijos rinden honores a esta herencia! Es una alegría que rescata toda fatiga, que supera toda incomprensión y cura toda herida”.
La primera necesidad, entonces, es precisamente ésta: que el padre esté presente en la familia. Que esté cerca de la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Y que esté cerca de los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando se empeñan, cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando están taciturnos, cuando osan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando encuentran el camino.
Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde el profundo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, complaciente, sentimental. El padre que sabe corregir y sancionar en justicia y sin humillar es el mismo que sabe proteger sin limitarse. Entonces si hay alguien que puede explicar a fondo la oración del Padre Nuestro enseñada por Jesús, este es quien vive en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden coraje y abandonan el campo. Pero los hijos tienen necesidad de encontrar un padre que los espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan; y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de cicatrizar.
La Iglesia, nuestra madre, está comprometida en apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones custodios y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, de la fe en la justicia y de la protección de Dios, como San José. Es el mismo compromiso y admiración para todas aquellas mamás que por situaciones de la vida, deben hacer de madre y padre a la vez.