Diócesis de Temuco

Monseñor Vargas «Algunos desafíos de la CEP»

Los resultados de la reciente  encuesta, dan cuenta sin duda del impacto que ha tenido en la población,  el conflicto social que se vive desde hace tres meses en el país. De los muchos análisis que pueden hacerse, me permito detenerme en algunos de los valores que los encuestados han destacado muy significativamente.

A la hora de pronunciarse  respecto de los tres temas más urgentes que deben abordarse, lideran  con toda claridad las pensiones, la salud, y la educación. Si se trata de señalar los ámbitos que mayor satisfacción les producen hoy en su vida personal, priorizan a los hijos, los cónyuges o parejas, el trabajo y lugar donde viven. Al tener que pronunciarse respecto de actitudes para salir adelante hacia una mejor vida, no vacilan en señalar el esfuerzo individual, sacrificio, orden y disciplina, responsabilidad personal, obediencia y respeto.

En cuanto al contexto sociopolítico, lo más valorado es la democracia como sistema de gobierno y las libertades públicas y privadas; las manifestaciones públicas  como legítima forma de protesta; la política de los acuerdos, autoridades con liderazgos que sean tanto fuertes como respetuosos de los derechos humanos, orden y seguridad ciudadana. En cuanto a los niveles de rechazo más altos, señalan el sistema de las pensiones, la desigualdad especialmente en las remuneraciones y las formas violentas de protesta como barricadas, saqueos, destrucción e incendios.

De esta manera surgen algunos desafíos de los cuales hacerse cargo con urgencia: el invaluable rol de la familia, su promoción y protección; la construcción permanente de la paz, mediante la búsqueda incansable de la justicia;  el logro del bien común por sobre las propias posiciones,  y como fruto de la tolerancia, el diálogo y la política de los acuerdos. De igual forma, queda en evidencia  que urge de parte del grueso de la ciudadanía, un conocimiento,  involucramiento y variedad de liderazgos  muchísimo mayor,  en los grandes temas país, con el fin que nuestra democracia representativa efectivamente lo sea. Ello requiere instancias de verdadera participación,  y una educación capaz de dar respuesta a los anhelos más profundos de la persona, y cuya calidad se mida sobre todo cualitativamente,  y desde un humanismo solidario.