La Araucanía la conforman todos los que viven en ella y día a día la construyen con esfuerzo, sacrificio y compromiso. De este modo, toda la sociedad está llamada a participar para construir una Región de hermanos, en donde nadie sobra, en donde todos son necesarios, en donde cada uno, valorado y respetado en su especificidad y derechos, aporta al bien del resto. Luego, las soluciones para acoger las legítimas demandas y hacer justicia al pueblo mapuche, han de involucrar necesariamente a la parte de la ciudadanía a que no pertenece a él, considerando tanto sus anhelos, sensibilidades y aporte a la hora de diseñar un futuro común a todos los habitantes de La Araucanía.
De hecho, distintas organizaciones de la sociedad civil organizada, incluidas las víctimas de la violencia rural, más allá de matices, reconocen la existencia de una deuda que el Estado tiene con este pueblo, concuerdan en que ésta debe repararse, hay conciencia de que por ello todos han de estar dispuestos para poner de su parte aún con gran sacrificio y reencontrarse con el pueblo mapuche. A su vez, la gran mayoría de las comunidades indígenas confían que sus intereses pueden compatibilizarse con los del resto de la población, con quien desean continuar viviendo en comunión y en paz.
Por ello todos debemos cuidar nuestro lenguaje a la hora de avecinarnos al tema, evitando dejar la sensación que esta es una lucha entre mapuche y agricultores. En donde los primeros son extremistas, guerrilleros, flojos y los segundos latifundistas, capitalistas y usurpadores. Con estas caricaturas inaceptables que falsean gravemente la realidad no llegamos a ninguna parte.
En este sentido no corresponde después de más de un siglo, llamar “colonos” a los agricultores. Es arriesgado presentarlos como eternos extranjeros, una suerte de allegados no pertenecientes y casi como culpables del origen del conflicto. Ello puede hacerlos más vulnerables frente a diversas situaciones. Los actuales agricultores son a todo efecto ciudadanos chilenos, nacidos en esta tierra, amantes de ella y que con sacrificios muy grandes la han hecho progresar al servicio del bien común. Por ello sorprende que una autoridad de gobierno en visita a la Región, expresara que no corresponde resarcir a los “colonos” por las graves pérdidas de su patrimonio y medios de producción fruto de la violencia. Pero si el Estado, a quien ella representa, no logra por medio de todas sus instituciones frenar estos graves excesos y de cuyo origen histórico es responsable ¿no debe asumir solidariamente los costos de la destrucción y hacerse cargo ahora de todas las víctimas mapuches y huinca en una doble deuda?