Escribe: mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco
La festividad de Nuestra Señora de Lourdes, que se celebra el 11 de febrero, nos brinda una oportunidad para reflexionar sobre el inmenso regalo de la Maternidad Divina de María Santísima, una maternidad que se extiende sobre toda la Iglesia. A través de su intercesión, María nos muestra que no estamos huérfanos en nuestra fe, sino que contamos con la cercanía y el auxilio de una madre amorosa.
Las apariciones de la Virgen en Lourdes, Francia, en 1858, nos han legado tradiciones profundamente significativas, como la veneración en la Gruta de Massabielle y el uso del agua bendita, símbolos de sanación y encuentro con Dios. El mensaje recibido por Santa Bernardita Soubirous es un don que nos ha llegado a todos, reafirmando que María, nuestra Madre, nos conduce a Jesús, su Hijo, invitándonos a escucharlo, conocerlo y amarlo. En este sentido, María se convierte en discípula, misionera y catequista por excelencia.
En nuestra ciudad de Temuco, desde hace más de cien años, contamos con una gruta erigida en honor a la Virgen de Lourdes en el Cerro Ñielol. Este santuario ha sido testigo de innumerables muestras de fe y devoción. Durante el verano, especialmente del 2 al 11 de febrero, se celebra la novena que prepara la festividad del día once, permitiendo a los fieles adentrarse en el misterio que se celebra en Lourdes, Francia.
Los invitamos a participar activamente en esta celebración y a no dejar pasar la oportunidad de acercarnos a las diversas grutas, tanto en nuestros hogares como en las distintas comunidades de nuestra diócesis. Es una ocasión propicia para fortalecer nuestra fe y experimentar la protección y guía de María en nuestras vidas.
La devoción a Nuestra Señora de Lourdes nos recuerda que María está siempre atenta a nuestras necesidades, llevándonos de la mano hacia su Hijo. En cada gruta, en cada oración y en cada acto de fe, encontramos su ternura y auxilio maternal. No estamos solos en nuestro caminar: tenemos a María como Madre y guía. Que su presencia nos anime a vivir con esperanza y confianza en Dios, seguros de que, al igual que en Lourdes, el Señor nos espera con su amor sanador y misericordioso.
Que, en esta festividad de Nuestra Señora de Lourdes, renovemos nuestro compromiso de fe, agradeciendo al Señor por el don de María como Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros.