Diócesis de Temuco

Nuncio Apostólico celebró Misa Crismal en Diócesis de Temuco

El Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras de La Araucanía, en la Diócesis San José de Temuco, celebró la Misa Crismal en el Templo Catedral, que en forma especial se realizó el Lunes Santo.

En esta celebración, los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales y se bendicen los óleos de los enfermos y de los catecúmenos y consagrará el Santo Crisma.

Al estar nuestra Diócesis en sede vacante, la ceremonia fue presidida Monseñor Alberto Ortega Martín, Arzobispo Titular de Midila, Nuncio Apostólico en Chile, acompañado Sacerdotes y Diáconos. Cabe señalar, que la compañía de Monseñor Alberto, fue una gran bendición, quien estuvo junto a la diócesis en diversas actividades durante estos días, llevando su mensaje de amor y esperanza, además recibiendo el cariño de este pueblo.

Liturgia de la Palabra

Tras la lectura del Santo Evangelio, se realizó el Rito de Admisión del Seminarista Carlos Sebastián Cares Pérez, a las Sagradas Ordenes, quien fue presentando a Monseñor Ortega, por el Administrador Diocesano y Encargado Vocacional, Presbítero Juan Andrés Basly Erices, quien también, presentó al obispo, al seminarista Héctor Andrés Caro Fuentes, para el Rito de Institución de Lector.

Luego, monseñor Alberto entregó su homilía, señalando: » Es una alegría muy grande poder compartir la Eucaristía en este día tan especial para los sacerdotes, con todos ustedes. El Jueves Santo recordamos la Institución del sacerdocio y en la Misa Crismal que anticipamos a hoy, también recordamos nuestro sacerdocio. Una ocasión para caer en la cuenta del don recibido y para renovar como van a hacer dentro de un momento, las promesas sacerdotales. Es importante que haya ocasiones para recordar, nosotros sacerdotes y también el pueblo de Dios, la importancia de los sacerdotes. A mí me ayudó mucho también una iniciativa del Papa Benedicto, un Año Sacerdotal, todo un año para ayudar a la Iglesia a caer en la cuenta del don del sacerdocio, un año en el que recordábamos y nos dejábamos guiar también por la figura del Cura de Ars. Y en una homilía para la clausura de este año tan importante, era el día del Sagrado Corazón, el Papa Benedicto decía: “El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio como aquellos que toda la sociedad necesita para que se puedan cumplir en ella ciertas funciones, por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo, pronunciar en nombre de Cristo, la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino, las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transustanciación, palabras que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del Mundo, son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple oficio, sino un sacramento. Se vale de un hombre, con sus limitaciones, para estar a través de Él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos, que aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra Sacerdocio”.

Agregó: » Me parece importante compartir con ustedes estas palabras y uno se da cuenta de esta audacia de Dios, que no deja de sorprendernos y uno agradece el don recibido. Con el pasar del tiempo, siempre uno tiene la tentación , pasa también como la vocación del matrimonio de olvidar el don que se nos ha dado, de caer a veces en una cierta rutina. La celebración de la Misa Crismal y las celebraciones de estos días nos hagan de esta distracción, que nos ayudan a caer en la cuenta del don recibido. Como el Papa Francisco nos invita tantas veces, nos debemos dejar siempre sorprender por el Señor. El Domingo de Ramos del año pasado, el Papa comentaba que mucha gente admiraba a Jesús porque hablaba bien, porque amó, perdonó, su ejemplo que cambió la historia y tantas cosas y decía: “lo admiran, pero sus vidas no cambian, porque admirar a Jesús, no es suficiente, es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, de la admiración al asombro, dejarse tocar por el ejemplo de Jesucristo que se despoja, a sí mismo, se anonada hasta la muerte y una muerte de cruz”. Es la gran sorpresa que celebramos en estos días; ver al omnipotente que se reduce a nada, ver a la palabra que sabe todo, enseñarnos desde el silencio de la cruz, ver al Rey de Reyes que tiene como trono el patíbulo, ver al Dios del Universo, despojado de todo y eso por amor a cada uno de nosotros. Ese amor que se acerca a nuestra fragilidad, que llega hasta allí donde nosotros sentimos vergüenza y entonces descubrimos que no estamos solos, que Dios está con nosotros, que no hay ningún mal, ningún pecado que tenga la última palabra, Dios vence. La última palabra es siempre de Dios, es siempre de su misericordia, que pasa a través de la cruz. Le dimos la gracia del asombro, del estupor para que nuestra vida cristiana no sea monótona, es importante dejarse siempre sorprender por Dios, por la alegría de haber encontrado al Señor. Podemos preguntarnos cuál es la última vez que nos hemos dejado sorprender por el Señor y es algo que deberíamos hacer todos los días.»

«Dejarnos sorprender una vez más por el amor de Dios»

Monseñor Alberto Ortega, con mucha emoción manifestó que en esta Semana Santa «Todos nosotros debemos dejarnos con un corazón sencillo, sorprender por el amor de Dios y de una manera especial a ustedes sacerdotes, sí también a los seminaristas que dan un paso importante hoy en su vocación. Dejarnos sorprender por el amor de Dios que nos ha llamado a este Ministerio, justo para que la gente lo pueda conocer, para que la gente pueda conocer este misterio infinito del amor de Dios, que se hace hombre para darnos una vida nueva. Dios escoge gente débil y somos débiles y lo sabemos bien, para hacerse presente y de una manera especial y el Señor nos concede actuar en su nombre, actuar en su misma persona. Hemos sido, como nos recordaba, también la Palabra de Dios, hemos sido ungidos. Hemos sido ungidos como Cristo, ungidos como dice el Papa Francisco muchas veces: “ungidos para ungir”, ungidos por la gracia del Espíritu Santo para una misión, para hacer presente esta unción de Cristo, que llegue como bálsamo de bondad, de misericordia, de bendición para todos los hombres. “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha consagrado por la unción, me envió para anunciar la buena noticia a los pobres, para anunciar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del  Señor”. Estamos llamados a dejarnos sorprender una vez más por estas palabras, dice el Evangelio que cuando Jesús leyó estas palabras, todo el mundo tenía los ojos fijos en Él y  entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Y ese hoy sigue presente, hoy también una vez más, hoy se cumple esta Escritura y se sigue cumpliendo porque el Señor hace partícipe de su unción a algunos hombres, para que lo hagan presente, de una manera especial y ese es el don que hemos recibido, qué gran don y al mismo tiempo qué gran responsabilidad».

«Mirándole a Él con gratitud y con humildad»

Continuó sus palabras con mucho sentir, diciendo que: » Renovamos nuestras promesas sacerdotales y lo hacemos delante del pueblo que nos acompaña y les preguntaré ¿quieren unirse más fuertemente a Cristo y configurarse con Él? y responderán que sí ¿Desean permanecer como fieles dispensadores de los misterios de Dios? y dirán que sí»

Agregó: «Es una gracia que uno recibe y que uno os acoge con gratitud, es curioso que en este año sacerdotal que fue tan importante, coincidió con estas cosas de la historia, coincidió que fue el año que se destaparon también, de una manera dolorosa, muchos abusos que habían sido cometidos por el Clero. Un tema que nos ha provocado tanto dolor y que ha provocado también tanto dolor aquí en Chile. El Papa Benedicto comentando esto, decía: “Consideramos lo ocurrido, como una tarea de purificación, un quehacer que nos acompaña hacia el futuro y que nos hace reconocer y amar aún más el gran don de Dios”. Que no se nos olvide, a pesar de todo lo que ha pasado y que es triste y que no censuramos, que no se nos olvide el gran don de Dios. Un don, que ya lo dice San Pablo, lo llevamos en vasijas de barro, pero que hace presente el amor de Dios en el Mundo. Y por eso se nos invita a vivir este don, pero con una gran humildad, muy centrados en Jesús, que sea Él, el centro de nuestra vida. Se nos invita a evitar cualquier tipo de abuso de poder, cualquier tipo de abuso de conciencia y renovar el espíritu del servicio como Jesucristo, que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida; ungidos para ungir y el pueblo lo sabe bien y lo sabemos bien todos, el pueblo fiel necesita la unción de Jesucristo, la gente necesita la unción de Jesucristo y es a Él al que tenemos que transmitir y hacer presente, no a nosotros mismos, no, aunque tengamos muchas virtudes, aunque nos consideremos, la gente necesita a Jesucristo y es a Él al que tenemos que transmitir y es a Él al que tenemos que hacer presente, no nuestras ideas, no nuestras opiniones, no, no, hacerle presente a Él, para que la gente tenga esperanza.»

«Damos gracias a Dios por el don del sacerdocio»

«Renovamos nuestras promesas y aprovecho y lo hago muchas veces, para pedir al pueblo fiel que nos acompaña, que cuiden mucho a sus sacerdotes, es un tesoro y lo digo pensando en todo lo que ha pasado, cuiden a sus sacerdotes, recen por ellos, porque lo necesitamos, me emociono, es lo más grande que tenemos, cuidar a Cristo, por eso hay que cuidarnos, hay que cuidarlos, porque nos dan a Cristo. Y ustedes cuiden, hablo por mí mismo, cuidar el tesoro recibido, qué grandeza el don recibido, es que uno se conmueve, que Cristo se haya puesto en nuestras manos para llenar al Mundo de vida, hay que cuidarlo como un tesoro, por eso les pido que cuiden su vocación, su ministerio y al pueblo fiel que cuiden mucho a sus sacerdotes, que recen por ellos, que les cuiden; es mucho lo que hay en juego. Damos gracias a Dios por este don y este día esta misa que es tan especial para los sacerdotes, sea una ocasión de renovar con gratitud el don recibido y ofrecerlo a nuestros hermanos como fuente de vida y de bendición. Ungidos para ungir».

Al concluir la homilía, el obispo exhortó al recién instituido Lector, el seminarista Andrés Caro, refiriéndose a la importancia de recibir este ministerio en su formación al sacerdocio, entregándole el libro de la sagrada Escritura.

Renovación de las Promesas Sacerdotales

Monseñor Alberto, invitó a los sacerdotes, a renovar las promesas de su sacerdocio, reafirmando los compromisos que asumieron al ser llamados al Orden Sagrado. Luego, con gran solemnidad se acercaron al obispo a saludarlo, como gesto de humildad, obediencia y adhesión a su Pastor, y que dado que nuestra Diócesis está en Sede Vacante, este gesto reviste un nuevo significado, al saludar al Nuncio Apostólico, representante del Papa Francisco en nuestro país, uniéndonos así, de manera especial, al Santo Padre. Posteriormente, en el Ofertorio, se presentaron los Santos Oleos.

El Diácono Eduardo Basly, presentó el Óleo de los Enfermos, «Que es materia del Sacramento de la Unión, que robustece el cuerpo y el alma de aquellos que son aquejados por dolencias físicas, o de quienes sienten la debilidad propia de su edad avanzada»

Luego, el diácono Jaime Abuerto, presentó el Óleo de los Catecúmenos, » Que fortalece a quienes serán bautizados, preparándose para las exigencias de la fe y protegiéndolo contra las insidias del maligno».

Y el diácono Pedro Celis, el Santo Crisma, con el que » Se unge a los recién bautizados, los confirmados son sellados, se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos, y se ungen los muros de las Iglesias y los altares en su Dedicación».

El Pan y el Vino, fueron presentados por los Mario Ross y Patricio Trujillo, quienes han cumplido 30 años de ministerio. También, en la ofrenda, se entregaron productos de Capitán Pastene y también del Pueblo Mapuche.

Posterior, Monseñor Alberto Ortega bendijo el Oleo de los Enfermos. A continuación de la Comunión, bendijo el Oleo de los Catecúmenos y la Consagración del Santo Crisma, momento en que monseñor Ortega, preparó y perfumó con esencias el Santo Crisma y evocó el soplo. Este es uno de los tantos gestos con los que la Iglesia quiere significar la transmisión del Espíritu Paráclito, que todo lo renueva y santifica. Luego, junto a los sacerdotes, consagró el Santo Crisma, » Pidamos a Dios todopoderoso, nuestro Padre, que bendiga este óleo

para que, cuantos sean ungidos con él, se renueven interiormente y puedan alcanzar su salvación eterna».

Los Sacerdotes, en silencio, extendieron su mano derecha hacia el Crisma, hasta el final de la Oración de Consagración.

Al concluir la celebración, monseñor Alberto Ortega, entregó su bendición y luego se escuchó el Salve Regina interpretado por el Coro Catedral.

Esta ceremonia, se vivió con la presencia de muchos fieles de las 37 parroquias y además fue transmitido por las redes sociales.