Hoy, en dos pasajes de la palabra de Dios, es Él quien aparece buscando al ser humano. Primero presenta a Adán, que ocultándose por su pecado que aísla y encierra en sí mismo, dice “no” a Dios, y en el Evangelio está María, que pura, sin pecado, ante la propuesta del Arcángel responde: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí tu voluntad» diciéndole “sí “a Dios.
“Heme aquí”, es la palabra clave de la vida. Marca el pasaje de una vida horizontal, centrada en uno mismo y en las propias necesidades, a una vida vertical, elevada hacia Dios. “Heme aquí”, es estar disponible para el Señor, es la cura para el egoísmo, el antídoto de una vida insatisfecha, a la que siempre le falta algo. Exclamar “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad” es el remedio contra el envejecimiento del pecado, es la terapia para permanecer jóvenes dentro. Es creer que Dios cuenta más que mi yo. Es elegir apostar por el Señor, dócil a sus sorpresas. Por eso decirle “aquí estoy”, es la mayor alabanza que podemos ofrecerle. Sería bueno decir todas las mañanas: ‘Heme aquí, Señor, hágase hoy en mí tu voluntad.
María vive fiándose de Dios en todo y para todo, y su “sí” a Él, permitió la venida y nacimiento del Salvador y con Cristo la victoria sobre la muerte y la derrota definitiva del maligno. Ese es el secreto de la vida. Todo lo puede quien se fía de Dios, y hoy miramos la belleza de la Virgen, nacida y vivida sin pecado, siempre dócil y transparente a Dios.Nada de esto fue fácil para ella, pronto comenzaron dolores y grandes sufrimientos, pero María puso su confianza en Dios ante los problemas, segura de que con el Señor, aunque de modo inesperado, todo irá bien. Pidamos a la Inmaculada la gracia de vivir así.
Por tanto, la alegría de esa humilde joven de Galilea, expresada en el cántico del Magníficat, se convierte en el canto de la humanidad entera, que se complace al ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y mujeres, criaturas humildes, y admitirles con Él en el cielo.
Este canto de María nos lleva a pensar también en tantas situaciones dolorosas actuales, particularmente en las mujeres superadas por el peso de la vida, el drama de la pobreza, del abuso y la violencia, Que para ellas llegue cuanto antes el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, en espera del día en el cual, finalmente, se sentirán aferradas por manos que no las humillen, sino que con ternura las levanten y conduzcan, por la senda de la vida, hasta el cielo.