Este es el lema del próximo Jubileo que la Iglesia celebrará, el año 2025. Con él se pone de manifiesto un tema clave del pontificado del Papa Francisco, “la esperanza”. El lema equivale a dar el contenido fundamental sobre el cual se desarrollará el Jubileo y se sintetiza en dos términos: “Peregrinos de Esperanza”. El Jubileo será la luz de la esperanza, pero no olvidemos que la esperanza, para nosotros, los creyentes, es una certeza, es la presencia de esa inundación de amor de Dios que viene a nuestro encuentro y que debe desbordar, esta es la esperanza.
Como Iglesia, estaremos expectantes de las indicaciones que el Santo Padrenos quiera entregar para el trabajo que corresponde a estos dos años preparatorios.
Todos enfrentamos situaciones dolorosas, de sufrimiento: muerte, enfermedad, etc., y es gracias a la esperanza que estas realidades adquieren sentido y se convierten en medios de salvación.
Ser cristiano es tener esperanza. La salvación es en esperanza (Rm 8, 24). De hecho, en diversos pasajes bíblicos, se da una equivalencia entre “fe” y “esperanza” (Hb 10, 22-23; 1 Pe 3, 15; Ef 2, 12; 1 Ts 4, 13). Desde los inicios es claro que aquello que nos distingue, como cristianos, es el hecho que tenemos un futuro. No es que conozcamos los detalles de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida no acaba en el vacío.
La esperanza cristiana es una esperanza activa. Benedicto XVI, en su carta encíclica “Spesalvi”,expresa:“Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto” (n,35). Igualmente, hay que decir que el Reino de Dios es siempre un don, no lo construimos con nuestras fuerzas, sino con y por la providencia divina. No obstante: “sigue siendo siempre verdad que nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia” (Spesalvi, 35). Mientras vivimos no sólo “hacemos”, sino que también,sufrimos. La esperanza cristiana no puede ignorar ese sufrimiento, ni a los que sufren y es deber,de la justicia como del amor, hacer lo posible para superar el sufrimiento, pero, dada nuestras limitaciones, eliminarlo por completo no depende de nosotros. Sólo el Dios que entra en la historia y sufre en ella puede superar el mal. Dios “es el fundamento de la esperanza” y “sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda su sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto” (n,31; cf., n,27; n, 35).
Pbro. Patricio Trujillo Valdebenito, Miembro Colegio de Consultores