Diócesis de Temuco

Popular o populista

 La expresión “populismo” o “populista” ha invadido el lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad dividida, al punto de pretender clasificar a todas las personas, agrupaciones, sociedades y gobiernos a partir de una división binaria: “populista” o “no populista”. Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intenten clasificarlo en uno de esos dos polos, a veces para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso.

La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si se quiere afirmar que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. Ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales. Por ello es muy difícil proyectar algo grande a largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño colectivo. Todo esto se encuentra expresado en el sustantivo “pueblo” y en el adjetivo “popular”.

Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando instrumentaliza políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal para conquistar o perpetuarse en el poder. Esto se agrava cuando se convierte, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad.

Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es viva, dinámica y con futuro, ya que está constantemente abierta a nuevas síntesis incorporando lo nuevo y diverso, enriqueciéndose y de ese modo, evolucionar sin perder a su vez los grandes valores de su identidad única.

Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a garantizarse aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere la superación de la inequidad que supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una equidad sustentable, porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo. En una sociedad realmente desarrollada, el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir su pertenencia a un todo que es el pueblo.

 

+Héctor Vargas Bastidas

Obispo Diócesis San José de Temuco

Columna publicada domingo 7 febrero, Diario Austral de Temuco