Diócesis de Temuco

«Que el frágil Niño de Belén renueve en cada uno el amor y la esperanza»

En esta Navidad, la familia, la hermandad y la unidad entre todos los cristianos, sea el centro en esta celebración, donde cada día construyamos puentes de comprensión y amor.

Nuestro Obispo, Monseñor Jorge Concha Cayuqueo, OFM, nos manifiesta en esta Navidad que muchas veces Dios se acercó a su Pueblo, pero nunca como cuando hizo su morada en María; cuando «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14) y vino a iluminar, porque Él es la luz para el mundo.

Nos recuerda que hace 800 años, el Pesebre, que San Francisco de Asís recreó en Greccio en la Navidad de 1223, nos reconduce a lo esencial y a lo importante de la vida. Lo esencial es la relación con Dios y su Hijo Jesucristo, que es la Roca firme de todo el entramado de la vida, y que vino a traernos vida, amor, paz y luz. Con Él están María, José, y todas las personas de todos los tiempos y lugares, y con quienes compartimos el día a día.

Hoy, el Pesebre pone ante nuestros ojos a una familia concreta: a Jesús, María y José. Que su contemplación nos reconduzca a la Familia; a valorarla, a fortalecer en ella el amor y la unidad, que son los mejores nutrientes para fortalecer la vida, la salud del cuerpo y del espíritu de los individuos, de la familia y de toda la vida en sociedad. Desde la familia se forja y se fortalece la Fraternidad. 

Al contemplar el Pesebre, Él nos orienta al bien común y a la unidad en todos los niveles de la vida social. La luz que nos viene de Jesucristo, nos ayuda a ver con más claridad que la falta de sentido comunitario, la fragmentación y la división son un obstáculo para construir familia, en sentido más amplio, y para enfrentar los desafíos comunes.

El Pesebre, con la luz de Jesucristo, nos ayuda a ver con más claridad la gran oscuridad y el obstáculo que es la violencia que amenaza los ambientes, la vida de las personas, la paz social y el desarrollo de la región. No es el camino, porque la violencia genera más violencia. El reconocimiento y el diálogo son herramientas buenas para desbaratar este obstáculo.

Nuestro obispo, nos dice que el Pesebre y su centro que es Jesucristo, nos reconducen a la justicia y a la paz, como bienes fundamentales, a veces difíciles, pero necesarios, para la convivencia civilizada y fraterna, para la paz social y el progreso de los pueblos. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia…; bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5, 6 y 9). Es un deber moral buscar y favorecer la justicia como base de la paz. 

En esta noche, la Navidad, nos reconduce a sorprendernos y agradecer la gran condescendencia de Dios para con todos: Él es solidario con nosotros y nos enseña a ser solidarios unos con otros, de modo espontáneo e informal y de modo organizado y formal. La solidaridad desbarata la indiferencia y el egoísmo y fortalece la responsabilidad común frente a las dificultades de todos.

Profundiza sus palabras en expresar : «Que el Pesebre, y lo que representa, nos ayude a reconducirnos a lo importante y esencial de la vida. Pero esto será posible sólo si cada uno tiene la disposición para hacerlo. Celebrar, ser obsequiosos unos con otros y tener presente el acontecimiento que está a la base, nos permite sintonizar mejor con el querer de Dios; sólo así, se enriquece nuestra existencia».

¡Feliz Navidad para todos!