Es el gran tiempo bautismal y penitencial del año litúrgico: los cuarenta días de conversión y purificación interior que nos preparan a la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua de Resurrección del Señor. La Cuaresma entera es un signo sagrado, un tiempo sacramental de gracia y crecimiento interior.
[dropcap]N[/dropcap]o es un tiempo triste, sino más bien meditativo y recogido. Es, por excelencia, el tiempo de conversión y penitencia del año litúrgico. Por eso, en la eucaristía no se canta el «Gloria» al final del acto penitencial (excepto el Jueves Santo en la misa de la Cena del Señor), ni el «Aleluya» antes del Evangelio. En los primeros siglos de la Iglesia, los catecúmenos tenían su preparación inmediata a los sacramentos de la iniciación en las semanas de Cuaresma. Toda la Iglesia los acompañaba en ese tiempo de purificación y preparación a la Pascua de Resurrección, en la que los creyentes renovaban, como seguimos haciendo hoy, las promesas bautismales.
Comenzando con el Miércoles de cenizas, la Cuaresma se prolonga hasta el Jueves Santo antes de la Misa de la Cena del Señor. Son cuarenta días que dan origen a su nombre de «Cuaresma», evocando los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto y otros episodios del Antiguo Testamento, especialmente los cuarenta años del pueblo de Israel para llegar a la tierra prometida. Tiene cinco domingos «de Cuaresma», más el Domingo de la Pasión (o «de Ramos»). En las lecturas bíblicas predominan los temas de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón. El camino de la Iglesia hacia la Pascua queda iluminado por el largo camino de fidelidad e infidelidad de la historia de la salvación, con vistas a la muerte y resurrección de Cristo.
La escucha asidua de la Palabra de Dios y la mayor dedicación a la oración son actitudes fundamentales de la Cuaresma. La limosna, la oración y el ayuno son desde antiguo expresión característica de la conversión cristiana. La «Cuaresma de Fraternidad» a la que nos llama la Iglesia chilena es una ocasión de ampliar la ayuda fraterna hacia Cristo hambriento y sediento en nuestros días.