El Pbro. Patricio Trujillo Valdebenito, integrante del Colegio de Consultores, Diócesis San José de Temuco, entrega su columna publicada en el Diario Austral de la ciudad de Temuco, sobre el amor y la amistad.
El 14 de febrero se ha llamado el “día del amor y la amistad”, por lo que, me ha parecido oportuno ofrecer una reflexión sobre el amor.
En primer lugar, hay que decir que se trata de un tema fundamental para la fe de un cristiano. Cuando hablamos del amor estamos hablando del misterio mismo de Dios, pues “Dios es amor”, como lo expresa el apóstol Juan (1 Jn 4,8).
Cuando contemplamos el misterio de Dios uno y trino, el misterio de la Santísima Trinidad, entramos en el misterio eterno del Amor. Dios ha creado al hombre y la mujer a su imagen y semejanza (Cf Gn 1,27). Por el hecho mismo de que Dios es Amor y el hombre y la mujer son su imagen y semejanza es que afirmamos que estamos, aquí, hablando de la identidad más íntima de la persona, su vocación al amor. Fuimos hechos para amar; nuestra vida se realiza plenamente sólo si se vive en el amor.
Cada uno de los bautizados, quienes nos decimos cristianos, debemos darnos a la tarea de buscar, de descubrir esta vocación. Esta es la clave de toda la existencia. Esta vocación al amor toma formas diferentes según los estados de vida. Llamados por Dios para entregarnos plenamente a Él, en el amor y servicio de nuestro prójimo, y con sincero corazón, somos también un signo diáfano del amor de Dios para el mundo y del llamado del Señor para amarlo a Él, sobre todas las cosas.
Quisiera invitar, particularmente a los jóvenes, a descubrir la hermosura del amor comprometido y para siempre, en el Santo Matrimonio. La relación del hombre y la mujer es imagen del amor divino, de manera muy especial; por eso la unión matrimonial asume una dignidad tan grande. En el sacramento del Santo Matrimonio, los esposos, unidos por Dios, muestran claramente el amor de Cristo, que ha venido a dar su propia vida por la salvación de todos (Cf Mt 20,28).
Sabemos que vivimos tiempos en que muchos consideran el matrimonio como un simple contrato temporal, un contrato que, además, se puede romper, por eso es tan importante entender que el amor verdadero es total, es fiel y es fecundo, donde el sí es un sí definitivo. Nuestro Señor Jesucristo consagra el amor de los esposos cristianos y se compromete con ellos, por eso la fidelidad, vista muchas veces como un imposible, no sólo se hace posible, sino que, además, se convierte en un camino para entrar en una caridad cada vez más grande. Así, los esposos y la familia en el día a día de sus vidas van aprendiendo a amar, no de cualquier manera, sino al modo de Cristo, hasta la entrega de la propia vida.
Domingo 19 febrero