En este día de la festividad de San José Obrero y el Día Internacional del Trabajo, el decano de Temuco Sur, el Pbro. Rogelio Henríquez, hace un llamado a la dignidad y trato justo en una nueva conmemoración.
Hoy Domingo, día de la Resurrección del Señor, volvemos la mirada a San José Obrero padre adoptivo de Jesús, quien recibió la bella misión de cuidar y formar al mismo Autor de la Vida, Dios hecho carne. Hombre justo, como dice la Escritura, pasó gran parte de su vida trabajando junto al banco de carpintero en un humilde pueblo de Palestina, cuya existencia transcurriría aparentemente, como la del resto de los ciudadanos de su patria; hombres y mujeres que participaban de la dura faena del trabajo. Sin embargo, tan singular existencia y digna de admiración es propuesta como modelo por la Iglesia, para todos los trabajadores del mundo. Nos hacemos la pregunta, ¿Cuál es la razón de tan gran distinción? La respuesta la encontramos en Cristo Jesús, Hijo de Dios. La presencia en la casa de Nazareth del Hijo de Dios hecho carne e Hijo de María su esposa, le dio a san José el estímulo para inclinarse cada día ante el banco del trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la familia.
Lo vivido por san José, lo experimentan cotidianamente tantos hombres y mujeres hoy, quienes por amor a los suyos asumen el trabajo cotidiano con todo su esfuerzo, muchas veces sin el reconocimiento social de ello. La experiencia singular del “hombre justo”, se refleja de algún modo en la vida de cada uno de ellos. Por diverso que sea el trabajo al que se dedican, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna necesidad humana, éste está orientado a servir al hombre. Por otra parte, el hombre y la mujer de fe saben bien que Cristo ha querido ocultarse en cada ser humano, afirmando explícitamente que ´todo lo que se hace por un hermano, aún el más pequeño, es como si se le hiciese a Él mismo` (cfr. Mt 25,40). Podemos concluir entonces, que en todo trabajo es posible servir al Señor, imitando el ejemplo de san José, custodio y servidor del Hijo de Dios, hombre del silencio y de la obediencia orante.
Es oportuno, por lo tanto, dirigir hoy un saludo agradecido a todos los trabajadores de nuestro país y de nuestra región, le pedimos a Dios, Señor del Trabajo, la gracia de que puedan luchar cada día con renovado entusiasmo por mantener la conciencia de la dignidad que les es propia: con el trabajo sirven a los hombres y mujeres y en ellos al mismo Dios; que se reconozca la dignidad del trabajador y del trabajo, mediante la obtención de un sueldo digno y de un trato humano, elevando así la condición moral del hombre y de la sociedad.