Diócesis de Temuco

Un Ramo que exige un estilo de VIDA


«Vivamos junto a Jesús y el prójimo esta Semana Santa, dejémonos renovar y asumamos el estilo de vida que nos propone nuestro Salvador», palabras en la columna del domingo 10 de abril, publicada en el Diario Austral.

En muchos lugares hoy se proclama el texto del evangelio que narra la entrada de Jesús en Jerusalén (cf. Lc 19, 37-38). La pregunta que surge es si esta celebración está o no desconectada de nuestra realidad y de nuestros anhelos de felicidad.
Reconociendo todo lo bueno que pasa a nuestro alrededor, no podemos dejar de preocuparnos ante los hechos de violencia, como en Ucrania o en otros lugares del mundo, o los hechos de violencia en la Araucanía o en establecimientos educacionales, o los asaltos y portonazos. ¿Qué nos dice la entrada de Jesús en Jerusalén ante la violencia? ¿qué nos propone esta fiesta de Domingo de Ramos?
En el relato se nos presenta a Jesús montado en un asno, queriendo expresar que no viene como un guerreo conquistador sino como un rey de paz. El acogerlo con nuestros ramos significa aceptarlo como aquel que nos indica el camino a seguir, es aceptarlo como Señor reconociendo su autoridad, es reconocerlo como modelo para la construcción de nuestra vida. Nos exige, como decía el Papa Benedicto XVI, a “que ya no esté encerrado en mi yo … de reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor. Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande…Siguiéndolo a Él, entro al servicio de la verdad y del amor”. Acogiéndolo escojo el camino de dejar a un lado toda expresión de violencia, es negarse a seguir el camino de la mentira y de la hipocresía. Los ramos son expresión de que queremos dejarnos guiar hacia la generosidad, la paciencia y el amor. Nos hace entrar en el camino de la espiritualidad de comunión: es estar dispuesto a compartir las alegrías y tristezas del que está a mi lado, de intuir sus deseos y atender sus necesidades, de ofrecer nuestra amistad, de ver lo positivo que hay en el otro, sintiéndolo no como una amenaza sino como un regalo. Es dejar a un lado la tentación del egoísmo que engendra competitividad, envidias y desconfianzas (Cf. Novo millennio ineunte 43).


Pbro. Leonardo Villagrán
Miembro del colegio de consultores
Diócesis “San José” de Temuco