Ha comenzado un nuevo año, y junto a ello, se inician para muchas familias las tan ansiadas y merecidas vacaciones, no cabe duda, que durante este tiempo y hasta fines de febrero, es la época favorita de muchos trabajadores, para buscar alejarse al máximo de sus obligaciones laborales y desconectarse unos días, de sus funciones.
El descanso, es un estado de actividad mental y física reducido, que hace que la persona se sienta fresca, rejuvenecida y preparada para continuar con las actividades cotidianas. La persona que descansa se encuentra mentalmente relajada, libre de ansiedad y físicamente calmada.
También, para los cristianos, el descanso se hace más significativo cuando la persona descansa en Dios. Es por ello, que el descanso pasa a ser una necesidad. Jesús nos presenta en el evangelio de San Marcos, este mensaje tan clarificador cuando se dirige a sus discípulos: “Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco” (Mc 6, 31), luego de que ellos le contaran todo lo que habían realizado después de una fatigada jornada de misión. El mismo Jesús, se preocupa por el estado físico e interior de sus discípulos, porque los quiere proteger del peligro inminente de dejarse llevar por el activismo, preocupándose más, por los resultados y buscando el protagonismo individual. De la misma manera, nos puede suceder en nuestros tiempos, si no dejamos espacio para el descanso, caemos en el estrés, ansiedad en el agotamiento, y no dejamos descansar tampoco al corazón.
La desconexión de los deberes cotidianos durante el año, nos conecta con la Creación de Dios, a la intimidad con la naturaleza, apreciar su belleza y agradecer todo lo que Él nos ha regalado a través del silencio y la oración.
El verdadero y adecuado descanso viene a iluminar y ser como un bálsamo para la existencia, por cuanto comporta armonía y equilibrio a una vida que alterna entre el trabajo productivo y el descanso.
Las vacaciones lejos de apartarnos del Señor, son un momento oportuno para descansar en Él. En este sentido podríamos hablar más bien del reposo, esto es, “volver a posarse” en el Señor, para entregar a Él nuestras penas, alegrías y proyectos, personales, familiares y comunitarios.
Escribe: Pbro. Patricio Muñoz Cuevas
Miembro del Colegio de Consultores , Obispado de Temuco