Pasadas las celebraciones de fin de año, nos disponemos a comenzar el año regocijados por la buena nueva que nos trae el nacimiento de Jesús, nuestro pastor.
El arribo del verano y de las esperadas vacaciones, resulta un momento propicio para compartir en familia y contemplar la hermosa creación que Dios ha puesto a disposición en la naturaleza de nuestra Araucanía. Que se manifiesta a través de los hermosos paisajes, longevos bosques, amplios ríos, profundos lagos e imponentes montañas, que posibilitan una amplia diversidad de ecosistemas que sustentan la vida de nuestra sociedad regional. La gracia de Dios se muestra a través de la naturaleza y cultura que se reúnen en este territorio y que maravilla tanto a quienes nos visitan, como a nosotros que habitamos en estas latitudes.
En esta época estival, lamentablemente, también se manifiestan las consecuencias del cambio climático. En un planeta donde las altas temperaturas están cada vez más en aumento, existe una creciente preocupación por los incendios forestales y sequías que todos los años afectan a nuestra región y al país. El cuidado del medio ambiente es urgente, vital y esencial, ya que los incendios forestales no solo causan daños materiales, sino también efectos perjudiciales en la salud de las personas y en los ecosistemas circundantes.
En este sentido, el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, nos invita a reflexionar sobre la actual crisis ambiental y la necesidad de una educación para la responsabilidad ambiental. Nos invita ser guardianes de la creación y promotores de una justa ecología integral, que tenga en cuenta el verdadero bien de la persona humana. Es crucial que las comunidades adopten medidas preventivas y se unan para salvaguardar esta casa común que compartimos. La responsabilidad individual y colectiva se vuelve imperativa en la preservación de nuestro entorno.
“El ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado”. Siguiendo estas palabras del Papa Francisco, debemos proteger entonces, no solo a las personas, sino también al planeta a través de acciones colectivas para mitigar los impactos negativos del cambio climático que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables.
Como Diócesis San José de Temuco, instamos a las comunidades a reflexionar, admirar y cuidar cada día la obra de Dios. Aprovechemos este tiempo de encuentro, relajo y distención que pasaremos con nuestras familias, para disfrutar de la naturaleza, expresión de un proyecto de amor y verdad de Dios. También, conversemos y promovamos en nuestro entorno cercano, prácticas cotidianas que busquen transformar nuestros hábitos hacia prácticas más sustentables que prioricen el cuidado del ambiente y de nuestras comunidades. Así como también el respeto y cuidado de la naturaleza, regalo que recibimos y legado que hay que esforzarse por transmitir a las generaciones futuras.
La casa común que compartimos requiere de nuestra protección y compromiso constante.
+Jorge Concha Cayuqueo, Obispo Diócesis San José de Temuco