«Apreciados Hermanos y Hermanas en el Señor, una vez más y al término del querido y tradicional Mes de María, nos preparamos como Iglesia Diocesana para celebrar la hermosa solemnidad de la Inmaculada Concepción. Lo hacemos para testimoniar nuestra fe en Jesucristo y en su Madre Santísima, a quien nos la regaló para acompañarnos en el camino de la vida y en la misión de su Iglesia. Lo hacemos en medio de las angustias y dolores de una serie crisis social, política y económica, como de las gravísimas consecuencias de una pandemia que nos ha desolado. Esta enfermedad ha hecho aún más visible los clamores, angustias y descontentos de la población, que se habían manifestado con claridad por la desigualdad en asuntos tan relevantes para nuestro pueblo como salud, educación, medio ambiente, salarios, pensiones, vivienda, servicios básicos y sobreendeudamiento. En el fondo, no pocos atentados en contra del valor de la vida y de la dignidad del ser humano…»
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