El sábado 08 de julio, en la Catedral de la Diócesis San José de Temuco, se realizó la celebración ecuménica.
La ceremonia se efectuó al atardecer de ese día, contó con la presencia de Oficiales, Clases, Soldados de Tropa profesional y Soldados Conscriptos, además de diversas Autoridades Regionales.
El Vicario General de la Diócesis, Padre Giglio Linfati, señaló: “Hemos sido convocados para vivir un momento de preparación, en Oración y Vigilia, en compañía del Señor, para que bendiga a todos los jóvenes juramentados que se convierten en ciudadanos responsables de su país. Porque creemos en Dios, lo colocamos a Él como testigo de nuestros actos y del juramento de fidelidad y lealtad a la bandera y a la Patria, tal como lo hicieron aquellos 77 jóvenes soldados que combatieron hasta la muerte en el pueblo de la Inmaculada Concepción en Perú. Valentía que se requiere también para tantas otras batallas de humanidad por las cuales debemos luchar en nuestra Patria, como el desempleo y la pobreza, enfermedades, alcoholismo y drogadicción, violencia intrafamiliar, injusticias sociales, sobreponernos a las catástrofes naturales y tantas otras situaciones que Chile nos reclama”.
Agregó: “Estimados soldados, jurarán por Dios y por esta bandera, vivir, servir y morir por la Patria. Hacerlo no es otra cosa que comprometerse a transformar la propia vida en un servicio a los demás, a las personas, quienes en definitiva son la Patria y la bandera, y ellas le dan su pleno contenido y significado.
Apreciados jóvenes, al levantar el brazo y jurar a la bandera y a Dios, recuerden también las palabras que hemos escuchado en la primera lectura del apóstol Pablo, a los Efesios: Empuñen las armas que Dios les ofrece, para que puedan resistir a los momentos adversos y superar todas las dificultades sin ceder terreno. Son las armas de la verdad, la rectitud, la fe en Cristo y la paz. ¡Sean verdaderamente caballeros de la paz! ¡Entréguense por completo al bien de los demás!. ¡Tengan el heroísmo de los Santos!. En palabras del Papa Francisco: tengan la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así la luz al mundo! Entonces, ¡déjense conducir por el Espíritu!. Y no tengan miedo, pues, como repetíamos en el salmo: El Señor es mi luz y mi salvación. El Señor es la defensa de mi vida.
Al concluir sus palabras, expresó: “Como ha sido tradición en la historia del Ejército, colocamos estos propósitos bajo el manto protector de la Virgen del Carmen, que el Señor bendiga su juramento y disposición de total disponibilidad ante las necesidades de la Patria y les ayude a ser fieles”.
El juramento a la Bandera
Ha tenido siempre raíces en la Divinidad, los hombres de todos los tiempos han invocado a Dios como testigo de sus promesas o juramentos para demostrar su veracidad.
Una de las tradiciones más significativas para el soldado o guerrero medieval, era su admisión a las armas, o en el caso de los nobles, el ser armado caballero.
Es en esta tradición, donde tienen sus orígenes este Juramento. La iniciación en las armas era precedida de un tiempo de oración, penitencia, meditación y ayuno, es la que se denomina la Vigilia de Armas.
La unión de la Virgen con la Bendición de la Bandera del Ejército y la entrega del Bastón de Mando del Mariscal, es un todo que compromete dicho juramento. Allí está el fundamento del primer juramento de los soldados de nuestra Patria.
El Juramento, es el gran momento en que el soldado se entrega a su pueblo, para servirlo por sobre el interés material, incluso con la personal disposición de dar la vida si es necesario.