A un mes de cumplir 100 años, esta tarde falleció en Curacautín, este querido sacerdote proveniente de la antigua Yugoslavia y que su gran anhelo era ser sacerdote.
“Recuerdo que pedía a Dios que pudiera llegar a ser sacerdote, aunque fuese por un sólo día y Dios me concedió todos estos años”, Padre Pogachar, párroco emérito de San Pedro de Curacautín.
El Padre Andrés nació en Eslovenia (antigua Yugoslavia) en un pueblito cordillerano llamado kamnik, el 12 de octubre de 1919. Parece que Dios lo tenía destinado para Chile, ya que en esa fecha se celebraba hasta un tiempo atrás “ El Día de la Raza”.
Fue el primogénito de una familia de tres hermanos, cuyos padres fueron Ana que era dueña de casa y Andrés, quien era director de la escuela de la localidad. Los estudios básicos los realizó en su pueblo natal, continuando sus estudios secundarios en Ljubljana, ( la capital del país).
En el año 1939 ingresó al Seminario Mayor y seis años después, en medio del fragor de la Segunda Guerra Mundial, fue ordenado diacono.
Su gran deseo de ser ordenado sacerdote y celebrar su primera misa en su pueblo natal, se vio frustrado por la llegada al poder de un gobierno marxista después de la guerra. Con miles de refugiados, pasó al vecino país de Italia, donde en la localidad de Treviso, fue ordenado sacerdote un mes más tarde el 17 de junio de 1945 y celebró su primera misa en el campo de refugiados junto con otros seis compañeros.
Después de un año de vivir en el campo de refugiados, recibió la invitación de los obispos de Argentina para que se trasladara a ese país, lugar en el que se desempeñó ocho años como vicario parroquial en la Catedral de San Luis.
El clima del lugar no favoreció a su salud y en 1956 optó por trasladarse al sur de Chile, donde dos compatriotas suyos, el padre Juan y el padre Francisco.
Enamorado del hermoso paisaje, tan parecido al de su país y de la buena gente, se quedó hasta hoy. En Curacautín estuvo de vicario parroquial con el Padre Juan por 32 años y luego su sucesor como párroco 8 años, hasta la celebración de su Bodas Sacerdotales en 1995 cuando se jubiló para quedarse entre sus feligreses de tantos años.
Su jubilación la vivió contento, porque pudo seguir cooperando con la parroquia, confesando y celebrando la Santa Misa todos los domingos. Fue capellán de las Religiosas Adoratrices y mensualmente atendía a siete comunidades del campo. Decía” El sacerdote no jubila como los demás, sino sólo de la conducción de la parroquia”.
Cabe destacar el amor por la naturaleza, en una entrevista realizada manifestó “Junto al padre Juan nos encantaba escalar en los veranos nuestros volcanes y promover el interés por el desarrollo turístico de la zona, esto tendrá mucho auge”.
Su mensaje a los seminaristas y a los sacerdotes
Ante la pregunta ¿Qué hacer para que más hombres lleguen a encontrase con Cristo? , respondió: Cultiven el espíritu misionero, que sean enamorados de la Santa Misa, que practiquen la teología de la misericordia desde los confesionarios, que amen con todo el corazón a la gente y estén a su disposición las 24 horas del día, que sean pastores.
Su Misa funeral se comunicará en las próximas horas.