Columna de Opinión de Monseñor Héctor Vargas Bastidas, publicada el domingo 08 de marzo, en el diario Austral de Temuco.
Es una pregunta que muchos se hacen en estos meses, a propósito de un gran fin: dar respuesta en justicia y dignidad a las principales demandas sociales de la población, y en seguida la diversidad de medios utilizados en el mundo político, económico, social, y grupos extremos para lograrlo.
Lamentablemente el hombre post moderno ha desvirtuado la visión antropocentrista, que se instituyó en el renacimiento, donde se defiende que los intereses de los seres humanos son aquellos que deben recibir atención moral por encima de cualquier otra cosa. Actualmente, hemos caído en una visión egocentrista, donde solamente importa la satisfacción del individuo de forma desmesurada perdiendo de vista a otros, donde cada quien busca sus propios intereses o de grupo, sin considerar el bien de los demás, y bajo esta perspectiva, entablan relaciones o actúan movidos por un interés particular de obtener algo a cambio.
Con esta visión utilitarista de la persona, estas pasan a usarse como una cosa en vez de amarse, y las cosas pasan a amarse en vez de usarse, invirtiéndose completamente el sentido del amor del ser humano, que ha sido creado por Dios para amar y para ser amado. Y con ello, se pierde totalmente el sentido de conjunto, la responsabilidad que como sociedad debemos de tener, el sentido de la caridad cristiana, de la solidaridad, de ayudarnos los unos a otros para llegar a un mismo fin, el bien común.
El núcleo del problema quizás se centra principalmente en los medios que utilizamos para llevar a cabo o alcanzar nuestros fines. Es aquí donde entra la libertad y la conciencia de las personas. Pero cuando no hay una conciencia formada, las personas terminan optando por medios no éticos incluso para llegar a fines buenos en sí mismos.Es común que si se desea algo que afecte a otros, pero se desea sin ética, se encontrará una excusa para evadir el sentimiento de culpa y de cierta forma justificar las acciones que se emprendan para lograrlo.
Luego, el fin nunca justifica los medios. Esta es una de las máximas del pensamiento social cristiano: si el fin es bueno, los medios deben ser también buenos, deben por lo tanto estar alineados y ordenados a ese fin, fundamentados en los valores que profesamos y que guían nuestra conciencia.Eso siempre nos llevara a defender la dignidad humana por sobre nuestros intereses personales. Es la base de la sociedad justa y buena que anhelamos para Chile.