El día jueves 4 de mayo, a las 10:30 horas, comenzó la Santa Misa, en las Exequias por el eterno descanso de quien fuera diácono de la Parroquia Sagrado Corazón de Traiguén, don Pablo René Fernández Quevedo, fallecido el 2 de mayo, a los 84 años.
La Eucaristía fue presidida por nuestro Obispo diocesano, monseñor Jorge Concha Cayuqueo OFM, acompañado en la concelebración principal por del Vicario General, presbítero Juan Andrés Basly, el Vicario para la Pastoral presbítero Ariel Valdéz, el Párroco del lugar, presbítero Ricardo González y el Delegado para el Diaconado Permanente, presbítero Rodrigo Aguilar, además de otros presbíteros, diáconos y fieles que se dieron cita en gran número en el templo parroquial traiguenino para manifestar su afecto y agradecimiento por la vida de servicio de don René. El rito dio inicio con el encendido del cirio pascual y la colocación sobre su urna de los ornamentos diaconales, dalmática y estola y la Sagrada Escritura, por parte de tres hermanos diáconos.
Tras la lectura del santo Evangelio, en su homilía, monseñor Jorge, expresó: «Lo que acabamos de escuchar, es lo que predicó también nuestro hermano Pablo René, muchísimas veces seguramente él, predicó de Jesús Resucitado y lo dio a conocer, es la razón de ser que tenemos como Iglesia, predicar al Señor muerto y resucitado. Él ha venido a traernos Vida y esa Vida en abundancia, cuando escuchamos en el Evangelio hablar de Vida en abundancia, el Señor nos invita a la Vida Eterna y nos hace partícipes de ella y es nuestra esperanza y es lo que nosotros pedimos para nuestro hermano ahora al despedirlo».
Extendió su sentir y gratitud por sus seres queridos, expresando: » Agradecemos a Dios por él, por su señora, sus hijos, familiares, presentes en esta Eucaristía; Santa Misa, donde él sirvió, cuánto dio a nuestros hermanos, cuántas palabras de aliento habrán salido de su boca para animar a los demás cuando estaban afligidos, pasando por alguna situación difícil animándolos, cuántas expresiones de solidaridad también habrán brotado de su corazón, por todo eso y por tantas otras cosas más, nosotros le damos gracias al Señor por nuestro hermano Pablo René (…) Para que la fuerza de la Resurrección transforme lo que está muerto, en Vida, para que hayan más signos de vida entre nosotros y que podamos dar testimonio de esa fe que está en nuestros corazones -en toda nuestra vida- de que Cristo ha Resucitado, que Cristo ha vencido y que Él es la luz en nuestras vidas».
Finalizada la Santa Misa dirigieron algunas palabras a la asamblea reunida su compañero de promoción 1996-1999, diácono Willy Fahrenkrog manifestando su pesar, pero a la vez su esperanza firme en el premio celestial para don René, por su servicio, su afecto fraterno, su sabiduría y su testimonio de vida consagrada. «Recordar a mi hermano Pablo René, un hombre sencillo, la sonrisa cálida, de una fe inquebrantable, de un testimonio de vida ejemplar, muy devoto de rezar el Santo Rosario todos los días, era un ejemplo para nosotros, con su figura, con sólo estar ahí con su presencia», expresó el Diácono Willy Fahrenkrog
A continuación se dirigió a los presentes un representante del Consejo Parroquial, quien reiteró los agradecimientos por la vida de servicio y de trabajo pastoral del extinto consagrado. Finalmente se dirigieron a los presentes sus hijos, que en su nombre y el de su esposa Adelina Vallejos agradecieron la vida de su padre, sus ejemplos, enseñanzas y preocupaciones de padre y esposo durante su vida. «Nos enseñaste la fe y el amor por la Iglesia Católica, nos inculcaste la humildad, la generosidad, la preocupación por los demás, tal vez por ello la parroquia hoy está llena de personas que quisieron compartir tu pascua y venir a despedirte antes de partir a la Casa del Padre. Tenemos la convicción y la fe de que hoy estás en el cielo con tus seres queridos que partieron antes, te amamos viejito lindo», emotivas palabras de sus hijos.
Luego del responso, a cargo del presbítero Ricardo González, párroco de Traiguén, monseñor Concha asperjó con agua bendita el cuerpo de don René y luego lo perfumó con el incienso, después impartió la bendición final, al término de la Santa Misa la urna fue cargada por seis diáconos y sacada al exterior del templo para iniciar el cortejo al cementerio local, mientras la campana del templo despedía con su tañido a quien sirviera ministerialmente por veintitrés años en la ciudad de Traiguén.