El domingo de la Divina Misericordia, el pasado 7 de abril, las comunidades parroquiales de San Sebastián de Lonquimay, Jesús de la Misericordia de Labranza, Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señor de La Merced, ambas de Victoria, celebraron esta tradición religiosa, la fiesta de Cuasimodo.
La fiesta de Cuasimodo, también conocida como la fiesta de correr a Cristo, emana de las raíces profundas del siglo XIX en las áreas rurales de Chile, y hoy en día sigue siendo una celebración destacada que une corazones en devoción y solidaridad.
Esta emotiva festividad, que tiene lugar el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, convoca a familias y comunidades enteras a participar en un acto de amor y servicio hacia los más necesitados de la sociedad. Es un momento en el que la fe se hace tangible a través de acciones concretas de compasión y cercanía.
En nuestra diócesis, la celebración de Cuasimodo adquiere un significado especial. En una procesión solemne a caballo, carreta o en vehículo, los fieles acompañan al sacerdote mientras lleva la sagrada Eucaristía a los ancianos y enfermos que, por diversas razones, no pudieron participar en el Triduo Pascual. Esta celebración de misericordia, lo más importante es llevar la comunión a los enfermos y necesitados, que el Señor visite sus corazones e ingrese a sus hogares. Al ser una tradición de otra zona, muchos no lo hacen y dejan de visitar a los enfermos.
Es un gesto de amor y misericordia que refleja la esencia misma del mensaje de Cristo. En medio de la belleza de la tradición y el fervor de la devoción, la fiesta de Cuasimodo nos recuerda la importancia de vivir la misericordia en nuestras vidas cotidianas. Nos invita a seguir el ejemplo de Jesús, quien dedicó su vida a servir a los más vulnerables y necesitados.
Que este domingo, al celebrar la Divina Misericordia y participar en la fiesta de Cuasimodo, podamos renovar nuestro compromiso de ser instrumentos de amor y compasión en el mundo, llevando la luz y la esperanza a aquellos que más lo necesitan.