Diócesis de Temuco

Consagración Sacerdotal de Lisandro Abello Balboa

En la celebración de la Fiesta Patronal

Consagración Sacerdotal de Lisandro Abello

 

La Iglesia de San José de Temuco, se llena de alegría y gozo, porque el Señor bendice a la Diócesis con un nuevo sacerdote, el Pbro. Lisandro Abello Balboa, quien estará al servicio de Dios y de la comunidad, configurándose a Cristo día a día.

 

Durante la ceremonia, en el Rito de la Ordenación, el candidato al Ministerio Sagrado del Presbiterado, fue presentado a monseñor Héctor Vargas Bastidas, por un miembro del colegio Diaconal. El testimonio en nombre de la Iglesia, lo realizó el Padre Giglio Linfati Cantergiani, Vicario General de la Diócesis.

En su homilía, el Obispo de la Diócesis San José de Temuco, monseñor Héctor Vargas Bastidas, señaló que: “Estamos llenos de alegría y esperanza, nuestra gratitud al Señor por este invaluable don a esta Iglesia, que se extiende a sus padres y familia, a los seminarios de Santiago y Concepción, y a todos los consagrados y laicos que lo han acompañado en su formación de pastor”.

Agregó: “Querido Lisandro, has escogido como lema de todo tu sacerdocio, la bienaventuranza del Evangelio de San Mateo: “Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”, ello nos permite recordar que los puros de corazón han logrado aclarar sus valores y tienen motivos puros para vivir y servir como Jesús. No hay agendas ocultas, no hay motivos dobles y no hay búsqueda de intereses personales egoístas, no hay doble intención en cuanto a las razones de servicio. De este modo, los puros de corazón son totalmente leales a Dios, porque la limpieza del corazón ha tenido lugar en ellos. De este modo están libres de deshonestidad y engaño. La idea principal es la sinceridad con Dios. Los limpios de corazón tienen una íntima comunión con Dios, que sólo puede venir de un encuentro personal con Cristo, que nace de una entrega diaria a Él como Señor de su vida”.

Enfatizó en decir que: “Jesús es nuestro mejor ejemplo de un corazón puro, dispuesto sólo en hacer la voluntad de Dios, dejándose a sí mismo en la sombra de la cruz durante todo su Ministerio (…) La promesa de la bienaventuranza afirma que si somos limpios de corazón, entonces experimentaremos la felicidad de ver a Dios, de discernir con claridad su presencia en los signos de los tiempos, en los gozos y esperanzas, en las angustias y tristezas de la humanidad.”

Monseñor Héctor Vargas, continuó su homilía añadiendo que: “ Querido Lisandro, serás configurado a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, serás consagrado  como verdadero sacerdote del Nuevo Testamento y a este título, que te une en el sacerdocio a tu obispo, serás predicador del Evangelio, Pastor del Pueblo de Dios, y presidirás las acciones de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor (…) A ti, hijo y hermano querido, que vas a ser promovido al Orden del Presbiterado, considera que ejercitando el ministerio de la Sagrada Doctrina serás partícipe de la misión de Cristo, único maestro”.

Lo alentó a que “Nutra al Pueblo de Dios con su doctrina, como hablaba el Señor, que llegaba al corazón. En tus homilías habla de forma sencilla, habla a los corazones, y esta predicación será verdadero alimento (…) Por lo tanto, reconoce lo que haces, imita lo que celebras, porque participando en el ministerio de la muerte y resurrección del Señor, llevas la muerte de Cristo en tus miembros y caminas con Él en novedad de vida. Un presbítero que ha estudiado quizá mucha teología y otras especializaciones, pero no ha aprendido a llevar la Cruz de Cristo, no sirve. Será un buen académico, un buen profesor, pero no un sacerdote”.

Al concluir, el Obispo diocesano refiriéndose a SS Francisco y al hacer eco sus palabras, le recordó: “Te pido en nombre de Cristo y de la Iglesia que seas misericordioso siempre; no cargues en los hombros de los fieles, pesos que no pueden llevar y tampoco tú (…) No te olvides de tocar la carne de Cristo sufriente en los enfermos, esto te santificará a tí en  primer lugar y te acercará a Cristo.”

“Consciente de haber sido elegido entre los hombres y constituidos en su favor para atender las cosas de Dios, ejercita en alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo. Recuerda siempre que no eres dueño del rebaño, sino su pastor, que no ha venido a ser servido sino a servir y ofrecer su vida en sacrificio”.

Examen del candidato al presbiterado

Tras la homilía, el obispo realizó  algunas preguntas al candidato al presbiterado, quien públicamente dijo Sí, haciendo su promesa de fidelidad a su Ministerio. Luego, el ordenando se acercó al obispo y arrodillado ante Él, puso sus manos juntas entre las manos del obispo, para llevar a cabo su promesa de obediencia.

Posteriormente, en las Letanías de los Santos, el ordenando como signo de humilde súplica, se postró  en el suelo, para significar el abandono a la voluntad de Dios y a sus designios frente a la misión que Él le confía. A lo cual, todos seguros de recibir su fuerza y protección, se invocó a los santos cantando las letanías, donde se pidió a Dios que bendiga, santifique y lo consagre para el ministerio presbiteral.

Al concluir este canto, el ordenando se acercó al Obispo y se arrodilló, el Obispo le impuso las manos sobre la cabeza, lo mismo hicieron los presbíteros presentes, quienes pidieron que el Espíritu Santo descienda sobre Lisandro para su entrega al servicio de la Iglesia.

Luego de la imposición de las manos, monseñor Héctor Vargas, con las manos extendidas dijo la oración consecratoria,  donde pidió auxilio de Dios para que el nuevo presbítero Lisandro Abello, pueda desempeñar con fidelidad y entrega el ministerio al cual fue llamado.

Imposición de la Estola y la Casulla

El Presbítero Lisandro Abello, fue revestido por sus hermanos en el ministerio, Padre Edgardo Betancur Candia y Padre Carlos Hernández Cordero, con la estola y la casulla, signos propios del Orden Sacerdotal. Luego, el Obispo ungió las manos del Padre Lisandro, con el Santo Crisma, signo de indisolubilidad y el carácter que imprime el sacerdocio ministerial. También, recibió de manos del Obispo, la patena y el cáliz, signos de la sagrada Eucaristía.

Cabe destacar, el momento de mucha emoción además, fue cuando los presbíteros dieron el abrazo de la paz al nuevo sacerdote, como signo de acogida dentro de la familia de los presbíteros.