El Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas, organismo de la Conferencia Episcopal de Chile, ha escuchado el testimonio de seis denunciantes de abusos sexuales ocurridos en colegios de la congregación de los Hermanos Maristas.
Nos hemos conmovido profundamente con su dolor. En sus voces hemos oído también el sufrimiento de otros niños, niñas y jóvenes que han sufrido abuso. De situaciones conocidas y de otras que lamentablemente no conocemos. Romper el silencio es un proceso complejo, difícil pero tan necesario para que las personas y sus familias puedan abrir paso a la verdad, la justicia y la reparación que merecen de parte de todos nosotros. Ellos necesitan ser acogidos y bien tratados en este camino.
Sabemos que las investigaciones eclesiásticas y los procesos judiciales iniciados a partir de estas denuncias se encuentran aún pendientes de resolución y esperamos que en ellos resplandezcan la verdad y la justicia liberadoras.
Hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco, tanto en su discurso en La Moneda en enero pasado como en su reciente carta a los obispos. En ambos ha expresado su dolor y vergüenza frente a este tipo de “crímenes”, como el mismo Pontífice ha llamado a los abusos contra niños, niñas y jóvenes.
Esperamos que la Congregación Marista pueda esclarecer la verdad de los hechos, conforme a la disposición que la misma congregación ha manifestado, como un gesto mínimo de justicia, reparación y sanación para los denunciantes y para sus familias. Poder escucharles ha reforzado la convicción de que el camino iniciado por la Conferencia Episcopal de Chile y por la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Chile implica una actitud de reconocimiento, humildad y de buena voluntad para hacernos cargo del dolor, buscando caminos de reparación. Del mismo modo, seguiremos trabajando por instalar en todas las instancias de la Iglesia, ambientes seguros y alertas ante cualquier vulneración.
Agradecemos muy sinceramente la disposición de quienes nos han abierto su corazón para compartirnos una parte amarga de su vida, un dolor que se proyecta en el tiempo y que también involucra a sus seres más queridos. Así como también agradecemos especialmente su generoso ofrecimiento de colaborar con este Consejo y con nuestras prácticas de prevención de abusos en la Iglesia.
Humildemente invitamos a las comunidades de Iglesia a rezar por estas personas y sus familias. Ellos mismos nos han pedido la oración, siempre fecunda y especialmente necesaria en la hora de la aflicción y en la búsqueda de la verdad y la justicia.
CONSEJO NACIONAL DE PREVENCIÓN DE ABUSOS Y ACOMPAÑAMIENTO A VÍCTIMAS
CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE