El despertar del día 27 de abril, cuando Carabineros se preparaba con alegría para conmemorar un nuevo aniversario de su labor, destinada al servicio de los ciudadanos y ciudadanas, este sentimiento de animación, se trastocó abruptamente, transformándose en una inconmensurable congoja, tristeza, desazón e impotencia, al conocerse la noticia del asesinato de tres de sus miembros que sólo cumplían con su deber y trabajo, como tantas veces lo realizaban en jornadas nocturnas en una zona rural de Cañete.
Desde la región de La Araucanía, región hermana, inicio mi mensaje trasmitiendo a sus familiares, esposas e hijos y demás seres queridos mi sentimiento de condolencia, de participación en su dolor y de acompañamiento en tan difícil momento. Estos mismos sentimientos son extensivos a Carabineros de Chile, institución tan golpeada en estos últimos años.
Seguramente ninguna palabra llenará el vacío que queda y los recuerdos agolpados sólo aumentarán la impotencia. Aun así, me atrevo a trasmitir la esperanza de que no estarán solos y Jesús, quien murió por todos nosotros, estará con ustedes. Este hecho no es sólo alevoso por su dimensión y el modo de ocurrencia, sino por el daño que causa al país y a la región donde se ha registrado.
Lamentablemente la espiral de violencia avanza en manos de personas inescrupulosas, que desprecian la vida humana. Muchas familias de esa zona se verán expuestas en la búsqueda de los culpables, ojalá el dolor no arrastre nuevos dolores. Necesitamos retomar sendas de paz, fraternidad y seguridad, tanto en la ciudad, como en el campo. Nada justifica la violencia en un país que siempre ha sido generoso.
Necesitamos buscar las causas en su profundidad, aprender a escuchar y escucharnos, no se puede seguir viviendo bajo el miedo, la incertidumbre ni sometidos por el odio. Con premura, necesitamos esforzarnos todos, y trabajar por la justicia e igualdad para reinstaurar una comunidad libre de violencia, prejuicios y odiosidades, donde prime el respeto y valor de la vida. Queridos hermanos, no podemos aceptar más signos de muerte, no más muertes; ni signos de violencia, no más violencia.
Congreguémonos en las familias, en las escuelas, universidades, trabajos, comunidades, instancias comunitarias a pensar y proponernos erradicar estos signos del corazón humano y de nuestra convivencia social. Ruego a Dios que el odio no engendre más odio.
El propósito de la vida no es “eliminar a tu hermano”, es protegerlo, colaborarle y respetarlo. Finalmente, invito a todos a orar por el descanso eterno de los nuevos tres mártires: Sargento Primero Carlos José Cisterna Navarro, Cabo primero Sergio Arévalo Lobos y cabo Primero Misael Vidal Cid. Que Descansen en la Paz de Dios.
+Jorge Concha Cayuqueo, OFM
Obispo Diócesis San José de Temuco