Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco
Hemos terminado, el mes de la Patria y el mes de la Palabra de Dios con unos hermosos días primaverales. Y ya nos adentramos, de lleno, a vivir el mes de octubre que viene cargado de celebraciones de grandes santos como, por ejemplo: Santa Teresa de Lisieux, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila y San Juan XXIII, por nombrar algunos que realmente hicieron la voluntad del Padre como nos enseña el Evangelio de este primer domingo de octubre.
Otros aspectos para tener en cuenta, durante el mes de octubre es de la mayor relevancia el inicio del Mes de la Familia y de las Personas Mayores, que comprende todo el mes, y nos aprestamos a vivirlo con el lema inspirador: “La alegría del amor”. Su inicio, hoy domingo 1, coincide felizmente con el Día Internacional de las Personas Mayores. Sería muy lindo tener presente a las Personas Mayores en nuestras familias, manifestándoles nuestro cariño, aprecio, gratitud y deseos de seguir contando con sus valiosos aportes y con su sabiduría, para construir una sociedad que se abra al diálogo y a la escucha para construir paz y así hacer la voluntad del Padre.
El mensaje del Evangelio de este domingo, que se proclama en las celebraciones de todas nuestras comunidades, es un pasaje breve, denso y muy significativo. Se trata de un hombre que tenía dos hijos. Manifiesta al primero su deseo de que vaya a trabajar a su viña: “el hijo respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue” (v 29). Al segundo pidió lo mismo: “Este respondió: Ya voy, señor; pero no fue” (v 30). ¿Quién no ha quebrantado alguna vez sus promesas y compromisos? ¿Quién no ha fallado nunca a la palabra dada? Los dos hijos de la parábola evangélica protagonizan una conducta que no se debe tener, aunque uno es más creíble que el otro. El segundo es un hipócrita, mientras que el primero, protesta, es de reacciones primarias, pero después reflexiona y va a trabajar. En realidad, este cumple la voluntad del padre; no así el segundo hijo. El ideal, sin embargo, es proceder con elegancia tanto en el fondo como en la forma. Debemos obedecer a Dios de manera sincera.
Por eso el Evangelio nos presenta aspectos básicos de espiritualidad como la responsabilidad, la común unión, la solidaridad, la humildad. En la vida, como en el Evangelio, unos tienen buenas palabras, pero son otros los que se comprometen y cumplen con la voluntad del Padre. Por tanto, la responsabilidad personal tiene una importancia decisiva. Cada uno es protagonista del rumbo de su vida, si nos equivocamos, Dios nos motiva al cambio. El ideal y la referencia siempre será Jesús.
El Evangelio plantea la docilidad. No siempre obedecemos cuando en un primer momento decimos sí. La parábola acentúa que la fe es obediencia a Dios porque, antes o después, llegamos a descubrir que Dios siempre tiene la razón. Por eso hay algo básico en lo que no debemos ceder: el cultivo intenso de nuestra vida interior y comunitaria, para proceder con los sentimientos y las actitudes semejantes a los de Jesús. Con razón Jesús nos dice. “No todo el que me dice ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”. Puede parecer que el arrepentimiento y la conversión son fruto del conocimiento de la ley que nos propone normas de comportamiento, pero, en realidad, tiene la raíz en el corazón del hijo que reconoce en el padre, no a alguien que da órdenes, sino al Padre que quiere hacerle feliz. ¿En cuál de los dos hijos nos vemos reflejados?