Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco
Avanzan los días del año y los cristianos seguimos viviendo este tiempo maravilloso de pascua. Es un ambiente de gozo por el anuncio de la resurrección del Señor. Este es el gran misterio de nuestra fe, donde los cristianos estamos llamados a caminar como discípulos y misioneros de la Buena Noticia. El texto del evangelio de este domingo (Lc 24,35-48) que proclama la primera aparición del Señor Resucitado en la comunidad de sus discípulos. El evangelista transmite las reacciones de los apóstoles ante su presencia, estaban espantados y temblando de miedo, pensando que era un fantasma (V.37). Sin embargo, El Señor Resucitado busca tranquilizarlos, mientras les muestra sus manos y sus pies con llagas de la pasión que sufrió.
Hoy los cristianos como podemos tranquilizar a nuestra sociedad que vive en cada instante tantos signos de muertes: Nuevamente la semana recién pasada otro carabinero es asesinado, asaltos con violencia, quemas de maquinarias etc. Esto nos ahoga nos hace sufrir y nos hace preguntarnos ¿hasta cuándo? Qué respuesta debemos dar los cristianos. Sin duda que debemos luchar contra las injusticias y aprender a curar las heridas de los que sufren. Ante situaciones debemos tener un corazón para los pobres, para los sufren enfermedades y la violencia, pero no sólo como una emoción. Sino que tenemos movernos para abrir los brazos para llegar a todos que sufren en esta sociedad.
En estos días somos testigos como ya empiezan a moverse los políticos para ver sus candidatos para las próximas elecciones. Dios quiera descubran que la política está llamada a ser para el bien común, que tiene que ver dónde están las necesidades de su gente: no se limita a un acto de auto-referencial para los privilegiados, que son los mismos políticos. La política tiene que vivir las necesidades y los sueños de la sociedad y hacer todo lo posible para ayudar a la gente. No podemos crear el paraíso en el mundo y por lo tanto la misericordia que llegar a ser una virtud incluso de los políticos.
Por eso fue necesario que Jesús les abriera el entendimiento a sus discípulos para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,35-48). En realidad, Jesús les dio la clave de comprensión de un lenguaje que parecía cifrado y sellado con siete sellos. Jesús mismo es la clave de comprensión de la Escritura. La Escritura habla de Jesús. En Él recibe su sentido y la luz que ilumina su comprensión. Toda la Escritura nos habla de la salvación de Dios en Jesús, muerto y resucitado.
Las Escrituras no se entienden sin Jesús, pero tampoco podemos comprender a Jesús sin las Escrituras. Pero sólo entenderemos a Jesús y a las Escrituras si hacemos la misma experiencia de Jesús y de los creyentes que aparecen en las Escrituras. Me pregunto; seremos capaces de abrir nuestros corazones y el entendimiento para ver el dolor que viven nuestros hermanos. Y así buscar soluciones buenas y rápidas, es un desafío para los cristianos y para autoridades estos problemas que matan el alma de nuestra sociedad. Por eso recordando al Francisco que decía la indiferencia que no escucha y que mira hacia otro lado, no es digna. ¡Bendecido domingo ¡