Diócesis de Temuco

Las tentaciones de nuestros desiertos

El Pbro. Juan Andrés Basly Erices, Administrador Diocesano, Diócesis San José de Temuco, profundiza sobre el Tiempo de Cuaresma, en la columna dominical del Diario Austral del domingo 26 de febrero.

El miércoles 22 de febrero, en las parroquias y comunidades de la nuestra diócesis San José de Temuco, unidos a la Iglesia universal, hemos iniciado el Tiempo de Cuaresma, que se prolonga el jueves 6 de abril.

Iniciamos este tiempo de gracia y de bendición con el gesto de la imposición de las cenizas, que es sencillo, austero y elocuente. Es el tiempo propicio para volver a Dios y volvernos hacia los hermanos que nos rodean. Cuando recibimos las cenizas, expresamos nuestro destrozo interior y nuestro deseo sincero de cambiar y ser verdaderos discípulos del Señor.

La Cuaresma, tiempo para quitarnos las máscaras y volver nuestro rostro y nuestro corazón a Dios y a los hermanos. En este santo tiempo, reflexionamos sobre el verdadero sentido de nuestra vida. ¿Quién soy yo y para qué estoy en este mundo? ¿Estoy viviendo para Dios y para la comunidad? ¿Oh vivo para el mundo?

La llamada de Jesús parte de un anuncio, de una alegre noticia: el Reino está cerca de ustedes. En Él se personifica y con Él comienza, extendiéndose como la levadura a través de cuarenta días de Cuaresma, cuarenta días de preparación para Pascua. Muchos se  preguntarán:  ¿Para qué estos cuarenta días de penitencia y conversión?, simplemente para volver a nuestras raíces a Dios, a lo mejor de nosotros mismos- y, en consecuencia, también a nuestro prójimo.

La Cuaresma es un tiempo que ofrece el Señor a su Iglesia como una nueva oportunidad para volver a Él, convertirnos de corazón y encaminarnos a la Pascua. Contamos con elementos exteriores que nos ayudarán a una vivencia interior, la sencillez de la ornamentación en el templo, el predominio del color morado, los himnos y cantos propios de este tiempo, el silencio del aleluya y de la gloria. Sin duda, la centralidad corresponde a la Palabra del Señor, que acogemos con ánimo agradecido y dispuestos a preparar el corazón, según sus exigencias. Todo ello para hacer memoria de los misterios fundamentales en la vida de nuestro Señor, también en nuestro discipulado misionero: Su  Pasión, Muerte y Resurrección.

En el Evangelio de hoy, primer domingo de cuaresma, (cfr. Mt 4, 1-11), el Señor nos invita a adentrarnos con Él en el desierto. Esto significa, considerar también en nuestra vida las tentaciones, luchar decididamente contra ellas, facilitando de este modo el encuentro con nuestro Dios y Señor. Hoy nos anima y fortalece el ejemplo de Jesús. En efecto, la revelación bíblica atestigua que Adán falló, también el pueblo de Israel y numerosos otros personajes presentes en los episodios relatados en la Escritura. Por desgracia, también nosotros constatamos que hemos fallado, personas, como sociedad que somos débiles, sin embargo, nuestro Maestro ha vencido la tentación. Tal victoria de Jesús es por su fidelidad al Padre y a la misión que Él le había encomendado. Esto significa que su vida entera se ha dedicado a la lucha contra el mal. Él nos señala el camino y nos brinda la esperanza para vencer también nuestras tentaciones.

El Papa nos ha subrayado en su mensaje, que el camino cuaresmal tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Y que a Jesús hemos de seguirlo juntos, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje.