En la tradicional fiesta de San Sebastián, miles de peregrinos concurrieron al Santuario del “Santo Milagroso” ubicado junto a la parroquia Nuestra Señora de los Dolores en la comuna de Perquenco.
Monseñor Héctor Vargas Bastidas, obispo de la Diócesis San José de Temuco, acompañó a los fieles y presidió la Santa Eucaristía al medio día, donde señaló “Estoy muy contento de asistir a esta fiesta hermosa y tradicional, donde año tras año, numerosos fieles acuden para dar gracias y a la vez pedir a San Sebastián por su intercesión.
Los santuarios son centros de espiritualidad donde conversamos con el Señor, para eso peregrinamos y el Señor se hace presente por medio de sus hijos que alcanzaron la santidad”.
El Obispo, se refirió a las virtudes de San Sebastián, resaltando que renunció a todo por seguir al Señor, fue un mártir por amor a Él.
Expresó además, que es un Santo capaz de entender lo que nos sucede, sobre todo en los momentos más dolorosos, “ llegamos heridos y desconsolados por tantas cosas que nos ocurren, pero a la vez sentimos la esperanza que aquí encontraremos consuelo, algo que el Mundo no puede ofrecer, nos vamos reconciliados, renovados y con nuestra fe de que el dolor no nos devastará… el Señor no impone su cruz hay que esperarla, experimentar la cruz de Cristo en nuestras vidas nos hace más humanos, la cruz nos hace solidarios, nos ayuda a entender el dolor de los demás”.
A las cuatro de la tarde, nuestro pastor diocesano junto a peregrinos, acompañaron a la imagen del Santo en una masiva procesión que recorrió las céntricas calles de la comuna.
Cabe señalar, que durante todo el día se celebraron Misas para los fieles que acudieron al santuario.
Este 20 de Enero, también llegaron miles de peregrinos a pagar sus “mandas” a los Santuarios ubicados en las ciudades de Angol, Lonquimay y Temuco.
El Santuario de Perquenco existe desde el año 1927
Muchos son los que peregrinan cada 20 de Enero y Marzo a diversos pueblos que han erigido grutas o santuarios en honor de San Sebastián; joven soldado, que con valentía defendió su fe ante el emperador romano; y con generosidad y entrega sirvió a los perseguidos y encarcelados; el cual nunca debió imaginar que después de tantos siglos, su memoria estaría presente en la fe de un pueblo distinto al de su origen y que a pesar de la distancia en el tiempo y espacio, nos une un mismo vínculo, nuestra fe en Jesucristo, por quien muchos en esa época entregan la vida. Todo lo cual ha consolidado la convicción de fe del pueblo de Dios, de que hay tantos que gozan en la Iglesia de un lugar privilegiado por los méritos de su vida, junto al Señor, desde donde interceden por las necesidades de este pueblo que clama con amor y devoción.
Pero es en el sur de nuestro país donde se hace más patente dicha devoción, siendo Yumbel uno de los lugares más concurridos por los peregrinos para pagar de diversas formas sus “mandas”, como comúnmente se le llama. Sin embargo, en nuestra Diócesis también se ha difundido con fuerza la veneración a este Santo, por ejemplo en Lonquimay, en Angol y, especialmente, en Perquenco, donde todos los años llegan miles de fieles de diversos pueblos de la región, incluso desde más allá de ésta, para dar gracias, como se dice comúnmente, por el “favor concedido” o para pedir la valiosa y efectiva intercesión de este amigo del Señor. El Santuario de Perquenco existe desde el año 1927, cuando Monseñor Prudencio Contardo lleva a esta comuna la imagen del Santo y que al pasar de los años fue desplegando a la comunidad local para acoger de la mejor manera a los peregrinos.
Importante es recordar que dicha imagen, milagrosamente fue salvada de un incendio en la Iglesia parroquial que asoló, a su vez, a la municipalidad, al hospital, al retén de Carabineros y a la casa parroquial, siniestro que viene a la memoria de mucha gente que forma parte de los antiguos parroquianos de Perquenco.
En Perquenco, será en los años 70 cuando se divulgue y se haga más popular hacia los otros pueblos esta fiesta. Es también recordado que en alguna oportunidad la parroquia quedó sin la atención sacerdotal para esta fiesta, lo cual no mermó la llegada de los fieles, quienes luego de realizar su acto de piedad, depositaron su ofrenda o manda por debajo de la puerta del templo, lo cual, asombró a quienes días después, llegaron desde Temuco a abrir el templo, encontrando el dinero que la piedad de los visitantes procuraba para la mantención de la parroquia y del santuario.