El pasado domingo, día en que la Santísima Virgen del Carmen es invocada, de manera especial en nuestra patria, como Madre y Reina de Chile, Patrona y Generala jurada de las Fuerzas Armadas y de Orden, la comunidad de Temuco, celebró el Día de Oración por Chile.
La conmemoración que se inició con la procesión con la imagen de la Santísima Virgen Maria, partió desde el destacamento de montaña N° 8 Tucapel, donde diversas delegaciones de las FFAA, colegios y parroquias junto a monseñor Hector Vargas Bastidas, sacerdotes y diáconos acompañaron su recorrido por céntricas calles de la capital regional de La Araucanía hasta llegar al Templo Catedral.
El Obispo de la Diócesis San José de Temuco, en su homilía señaló: “Es sabido que el pueblo chileno es mayoritariamente creyente: su fe y las consecuencias de la fe han iluminado la construcción de nuestra historia Patria desde sus comienzos. El primer colegio, el primer hospital, el primer contrato de trabajo, las primeras medidas de protección social, la primera liberación de esclavos, son obras realizadas en coherencia con la fe cristiana. Ya desde temprano, en un proceso que tiene luces y también sombras, se entendió que “al actuar en lo temporal, se prepara lo eterno”, como afirmaba Benedicto XVI. En efecto, la construcción de la democracia siempre ha recibido el aporte de la Iglesia Católica. “La fe siempre lleva a un compromiso social y político”, decía el cardenal Silva Henríquez, recordando que es un grave error establecer divorcio entre fe y compromiso histórico”.
“La Iglesia no busca gobernar, no es esa su misión, pero sin duda, a lo largo de los años, ella ha acumulado una sabiduría que han de entregarla para aportar al discernimiento de las acciones de quienes actúan del mundo cultural, económico, social y político, para la construcción del Bien Común. Es desde la misma tradición y legitimidad moral, que hoy miramos nuestra realidad y desde donde queremos ofrecer nuestra palabra sencilla y humilde y ofrecer nuestra contribución leal y honesta. No cabe duda: nuestro pueblo vive hoy nuevas alegrías y tristezas, nuevos gozos y esperanzas”.
“Todo esto, cada chileno lo aprecia y, frente a tales logros, da gracias a Dios y a quienes nos gobiernan con sabiduría y espíritu de servicio. La satisfacción y gratitud por lo bueno, lejos de dejarnos insensibles, debieran estimularnos a ser dóciles y atentos para escuchar el clamor de los pobres y de quienes están al borde del camino pidiendo más justicia y mejores posibilidades de vida: es el dolor de muchos trabajadores que deben usar el tiempo que podrían entregar a sus familias, movilizándose de un extremo a otro de la ciudad para ganarse el pan, a veces con salarios que están por debajo de los niveles de justicia. Es la situación de los pueblos originarios y, en especial, la del pueblo mapuche; la condición de ancianos olvidados y abandonados o de menores abusados y explotados, de miles de migrantes que llegan buscando paz y una vida digna, y de quienes, en nuestras 156 ciudades son víctimas de la violencia, la prepotencia, la corrupción y el crimen. Sí, hay muchos dolores todavía que claman y que buscan ser aliviados”.
“Hay muchos caídos al lado del camino que suplican por un “buen samaritano”, que vea, se conmueva y se ponga a la obra, con espíritu solidario; que esperan hombres y mujeres que no quieran dominar como si fueran dueños, sino servir para hacer crecer vida abundante. Esto implica servidores públicos que sientan la necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza: cuidar una educación de calidad para todos, promover el acceso al cuidado de la salud e impulsar la creación de fuentes estables de trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. Lo hemos expresado claramente los obispos en la Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”. El desarrollo con equidad exige algo más que el crecimiento económico, requiere orientaciones, decisiones y procesos que tiendan decididamente a la promoción integral de toda persona y de todas las personas. En este sentido, no debe molestar que se hable de ética, de solidaridad, de equitativa distribución de los bienes, de preservación de las fuentes de trabajo, de dignidad de los débiles y de un Dios que exige un compromiso por la justicia, como lo ha recordado con fuerza, el Papa Francisco”.
“En esta mañana de esperanza, no queremos hacer un listado de aquello de lo que somos deudores, sino invitar a todos a no bajar los brazos y a trabajar con empeño. Nos encontramos en esta Iglesia Catedral para rezar juntos por Chile, nuestra querida Patria, con una confianza infinita y para renovar nuestro propósito de construir “amistad social”, creyendo que la “unidad es superior al conflicto” y que “la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra vida nueva”.
“Se trata de mirar nuestros dolores y de ponernos todos juntos a trabajar para que se cumpla el querer de Dios para su pueblo, es decir, un proyecto de vida abundante, reconociendo que “la diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”: No hay que olvidar que “Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna, porque El creó todas las cosas para que todos sin excepción las disfrutemos”.
“Dios quiera que los próximos años sean un tiempo propicio para seguir restaurando la dignidad humana de todos quienes habitamos esta tierra bendita. Dios quiera que nuestras ciudades y campos lleguen a ser espacios preciosos de encuentro y solidaridad entre todos; y que la concordia y la paz hagan de Chile “la copia feliz del Edén”. La presencia de Dios acompañe las búsquedas sinceras de quienes nos guían y gobiernan. Es el anhelo de quienes pastoreamos nuestros hermanos y hermanas en la fe”.
“Vivimos un momento fascinante de nuestra historia. Estamos próximos a alcanzar lo que técnicamente se llama desarrollo. No queremos olvidar, sin embargo, que mientras el desarrollo no alcance a todos, no podemos considerarlo tal. Sería simplemente crecimiento estadístico. El desafío de esta generación es hacer que este crecimiento pueda transformarse en desarrollo integral para todos. Nuestro propósito debe ser servir y, especialmente, servir a los más pobres, porque allí está el rostro de Dios, reclamando que pongamos atención en El”.