Diócesis de Temuco

Monseñor Héctor Vargas y El Misterio de la Verdadera Navidad

El obispo de la Diócesis San José de Temuco, se refiere en su columna dominical publicada en el Diario Austral, al espíritu reina en la Navidad, la que «Trae cambios de vida inesperados y si nosotros queremos vivir la Navidad debemos abrir el corazón».

Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero, ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino para librarnos de las tinieblas y darnos la luz de su salvación. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, sino que Él es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. Porque ha querido, y sigue queriendo, vivir aquí, junto a nosotros y por nosotros. Se interesa por nuestro mundo, que en Navidad se ha convertido en su mundo.

Para salvarnos no ha cambiado la historia con una acción ostentosa ni mágica, sino desde la gran sencillez, humildad, y mansedumbre del pesebre.  Se hace niño, para atraernos con amor, para tocar nuestros corazones con su humilde bondad, despojándose de su rango por nosotros. Siendo inmenso, se ha hecho pequeño; siendo rico, se hizo pobre; siendo omnipotente, se ha hecho débil.

Quizás por ello los pastores, también insignificantes, pobres y débiles fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Quizás por esto creyeron, fueron al pesebre, lo reconocieron y lo alabaron. Con ellos nos quedamos ante el Niño, en silencio, dando gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos el cumplimiento de las promesas a su Pueblo.

Por eso la Navidad es celebrar lo inédito de Dios, o mejor, es celebrar a un Dios inédito, que cambia lógicas y expectativas. De este modo, la Navidad es acoger las sorpresas del Cielo. “la Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la sencillez sobre la abundancia, del silencio sobre el estruendo, de la oración sobre ‘mis ocupaciones’, de Dios sobre mi yo”, afirma Francisco.

La Navidad trae cambios de vida inesperados y si nosotros queremos vivir la Navidad debemos abrir el corazón, estar dispuestos a las sorpresas, es decir, abrirnos a su salvación con un cambio de vida inesperado. La Navidad inaugura una época nueva, donde la vida no se programa, sino que se dona; donde no se vive más para sí, en base a los propios gustos, sino para Dios, con Dios y para los demás, en donde no se muere para siempre, sino que se resucita a la plenitud de la vida.  Como Jesús en Navidad, venido para una humanidad siempre necesitada, nosotros también necesitados, vayamos hacia quien necesita de nosotros.