En el Libro sagrado de los Proverbios, las palabras que un padre dirige al propio hijo, dice así: “Hijo mío, si tu corazón es sabio, también se alegrará mi corazón. Mis entrañas se regocijarán, cuando tus labios hablen con rectitud (Pr 23,15-16). No se podría expresar mejor el orgullo y la conmoción de un padre que reconoce de haber transmitido al hijo lo que de verdad cuenta en la vida, es decir, un corazón sabio. La actitud de escuchar y actuar, de hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Un padre sabe bien cuánto cuesta transmitir esta herencia: cuánta cercanía, cariño, firmeza. ¡Pero cuánta consolación y recompensa cuando los hijos rinden honores a esta herencia! Es una alegría que rescata toda fatiga, que supera toda incomprensión y lágrimas, curando toda herida.
La primera necesidad, entonces, es que esté cerca de los hijos en su crecimiento: cuando juegan y se empeñan, cuando están despreocupados y angustiados, cuando se expresan cuando están taciturnos, alegan o tienen miedo, cuando dan un paso equivocado, o encuentran el camino. Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. No es débil, complaciente, sentimental. El padre que sabe corregir sin humillar, es el mismo que sabe proteger sin limitarse.
Sin la gracia que viene del Padre Dios, los padres pierden coraje y abandonan el campo. Pero los hijos tienen necesidad de encontrar un padre que los espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan; y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de cicatrizar.Los padres tienen que ser pacientes. Muchas veces, respetando una sana libertad de los hijos, no les queda más que rezar y esperar con paciencia, que el Señor haga su obra.
José, hombre justo, “llevó a María a su casa” (Mt 1,24) y se transformó en el padre de la familia de Nazaret. Una poderosa señal de Dios: toda familia tiene necesidad del padre. El Señor bendiga a los papás en su día, especialmente a cuantos sufren a causa de diversas situaciones, como aquellos hijos dolidos porque privados del amor paternal.